Lo nuevo del gran director coreano es una comedia humana y en apariencia simple que parte de un enredo romántico para reflexionar sobre cuestiones mucho más trascendentes que las de la mayoría de las películas supuestamente “importantes” que circulan por las salas y obtienen premios en festivales.
Un páramo en medio en medio de una competencia cuyo tema podría ser las miles de variantes posibles de la maldad, la nueva película del realizador coreano nos devuelve a un universo reconocible, habitado por personas complejas y contradictorias, que se pierden, se encuentran y se vuelven a perder en sus universos románticos. Filmada en blanco y negro, con sus clásicos zooms, mesas de bares regadas de alcohol (esta vez no tanto como otras) y escenas de extraordinaria longitud, el director de THE DAY HE ARRIVES vuelve a entregar una joyita de tramposa simpleza, casi una serie de conversaciones, desencuentros y confusiones que parecen propios de una comedia romántica (a su manera, lo son), pero que también, como es costumbre en el realizador, dejan entrever cuestiones, si se quiere, un tanto más metafísicas.
La segunda de las películas de Hong en verse en Cannes (la otra, CLAIRE’S CAMERA, con Isabelle Huppert, es uno de los trabajos menores del director, casi un pasatiempo filmado durante Cannes 2016) se centra en Bongwan (Kwon Haehyo), un crítico literario, dueño de una editorial, que está casado y engaña a su mujer con la empleada de su compañía. En un juego temporal que no queda del todo claro, el affaire parece mostrarse como un flashback que se divide entre escenas entre el escritor y su amante, Changsook, las tribulaciones del protagonista y las sospechas de parte de su esposa. Y si bien está montada en forma paralela, la otra parte de la historia (con Bongwan contratando una nueva empleada y empezando a flirtear con ella) transcurre un poco tiempo después.
Es esta la parte que tendrá mayor peso y desarrollo, con Kim Minhee como Aerum, la recién llegada que, en un par de largas conversaciones, pone al escritor y editor en aprietos con su historia de vida, sus reflexiones y análisis. Ella es quien de alguna manera desnuda ciertas miserias y justificaciones del sufrido pero a la vez un tanto insufrible protagonista. Cuando, en su primer día de trabajo, se termina revelando la historia de amor oculta de Bongwan, las cosas se empezarán a complicar para los cuatro involucrados.
Como en las mejores películas de Hong, el secreto está en los detalles, en cómo las conversaciones casuales sobre temas en apariencia banales van mutando hacia asuntos más importantes, muchas veces con la ayuda del alcohol. Del deseo como motor de todos los actos hasta ciertas reflexiones de orden filosófico de Aerum, EL DIA DESPUES va proponiendo un juego en el que los personajes se ven enfrentados a sus límites y a lo que son capaces o no de hacer para poder mantener vivos esos deseos, pese a los inconvenientes que estos puedan provocar en ellos mismos o en los demás.
Con otra actuación discretamente conmovedora de Kim –una escena de ella en un taxi se cuenta entre las mejores de la carrera del director–, la nueva película de Hong tiene sus momentos de malicia y crueldad, pero es el propio protagonista (un alter-ego del cineasta) el más hipócrita de todos. Ella, en tanto, es lo más parecido a un rayo de luz que ilumina este negrísimo Cannes. Cuando su personaje reflexiona sobre la brevedad de la vida y el valor de disfrutar lo maravilloso que ésta tiene para ofrecer, parece hablar sobre las otras películas de la competencia del festival. Y el espectador, agobiado por la negrura cinematográfica de todas ellas, la escucha, la ve y siente que sus palabras y su mirada son un oasis en medio de tanta miseria.