Infidelidades, desencuentros amorosos, conflictos existenciales, diálogos extensos con el alcohol como detonante…. Si se tratase de uno de esos juegos en donde a partir de cuatro fotos hay que descubrir que palabra es el denominador común de cada una, uno tendería a imaginar que tal enumeración es el prolegómeno de una nota sobre Woody Allen. Nada más lejos que eso: el cineasta en cuestión es Hong Sang soo, un director clave dentro del panorama del cine contemporáneo que filma mucho más de lo que habla (a juzgar por sus escuetas entrevistas).
2017 fue el año más prolífico de su carrera. En febrero, durante el festival de Berlín, el público cinéfilo se desayunó la presentación de En la playa sola de noche. En mayo, bajo el sol de Cannes, tuvo un estreno duplicado: La cámara de Claire, una película pequeña y amable grabada durante la edición anterior del festival, con la inestimable colaboración de Isabelle Huppert y El día después, película que hoy merodea por la cartelera argentina. Más allá que en Asia es frecuente la producción indiscriminada de algunos cineastas (especialmente aquellos devotos de las artes marciales o de los yakuza) el de Hong Sang soo es un caso atípico dado que cada una de sus películas tienen una gran circulación festivalera.
En la playa sola de noche
En la playa sola de noche
Una advertencia que creo válida para cualquier neófito: la ligereza y austeridad técnica de sus películas pueden, en una primera impresión, ser repelentes. Su minimalismo es brutal, lo cual no necesariamente implica la imposibilidad de una profundización dramática y filósofica. Malacostumbrados como estamos a creer que el barroquismo visual, la solemnidad tonal y la dimensión social del tema están proporcionalmente ligados a la validación estética de una película, el cine de Hong Sang soo es la válvula de escape necesaria para refutar estos postulados. Bajo la aparente monotonía de planos/escenas extensos sobre personajes conversando o discutiendo (con la compañía del soju) y con el zoom como la nota que le aporta el toque distintivo a la melodía, el cineasta coreano pone por delante situaciones cuya transparencia irá devorando lentamente al espectador hasta hundirlo dentro de la corriente de la película. Muchos lo acusan de repetirse al punto que siempre hace la misma película, aunque yo preferiría ponerlo en otras palabras: en todas sus canciones sobrevuela la misma línea de bajo que lo obligan a recurrir en sus letras al estribillo que mejor sabe realizar, a saber, a restaurantes, al consumo de soju, a las conversaciones de amor o a las caminatas, pero aun a pesar de ello cada melodía es diferente. Su reiteración no es circular sino que es elíptica, ante cada nueva reiteración hay una variación.
Envuelto en la polémica que desveló a la prensa rosa surcoreana En la playa sola de noche se erige como la obra –quizás- más personal, sensible y, naturalmente, autobiográfica de su carrera. Kim Min-Hee -con quien el director tuvo un affaire durante el rodaje de su película anterior y tuvo alcances mediáticos- encarna a Younghee, una actriz que se instala en Hamburgo a la espera del reencuentro con su amante, un reconocido director de cine, quien nunca llega. Desamparada visitará librerías, se reunirá con su amiga coreana y sus amigos estadounidenses y recorrerá las calles de la ciudad, en donde los fantasmas de su pasado darán pie a hipotéticas situaciones que nunca sabremos si forma parte del orden de la realidad. De vuelta en Corea Younghee descenderá al curso obligatorio de las reuniones entre amigos donde se embriagará con soju, siendo este el agravante para que exteriorice su furia por lo sufrido. Pondrá en tela de juicio la noción que tienen del amor sus compatriotas, vagarà en soledad por la playa y se acostará en la arena con la única compañía del viento.
Por más melodramático que se pueda volver el entramado de la película, los filmes de Hong Sang-Soo jamás se codean con la solemnidad ni el sensacionalismo, dado que no existe por parte del autor ningún tipo de juzgamiento hacia sus personajes sino más bien señales de aprecio y respeto hacia ellos. Basta comprobar la naturalidad de los sucesos y de los actores para poder entrever en cada escena la convivencia de una belleza esperanzadora, como si siempre, aún en momentos trágicos, quedara la hendija de la puerta levemente abierta.
En El día después, película a la que vuelve al blanco y negro de textura suave, la esposa de Kim –Hae-hyo Kwon– descubre en su apatía matutina la certificación de una infidelidad, que tuvo él con una ex compañera de trabajo a quien le escribió un poema. Areum – Kin Min-Hee- se encontrará en su primer día de trabajo en la editorial de Kim con el desafortunado malentendido de la esposa de su jefe, quien la golpeará creyendo que ella es la amante del escritor. Él se disculpara pero el retorno de su verdadera amante a la editorial, quien le exigirá la devolución de su puesto de trabajo, lo forzará a tener que despedir a su nueva empleada. Como es una tendencia en su cine las mujeres poseen una mayor determinación y poder de acción sobre los hombres, aunque la fragilidad e inestabilidad de estos repercutirá de alguna manera en ellas. Así las cosas, Kim y Areum tendrán una conversación en un bar que gradualmente se convierte en un debate ontológico sobre la realidad y las creencias religiosas, donde se entrechocan el escepticismo del artista y el optimismo humanista de ella. Su bondad e ingenuidad, como En la playa sola de noche, habilitan su derrota y la condenan a retirarse sola y silbando bajito. ¿Nihilismo o pesimismo? Para nada. Simplemente se trata de personajes desencantados por las circunstancias pero que a pesar de todo todavía poseen la voluntad de seguir adelante. Areum se asume como una persona de fe y entonces, en una de las escenas más hermosas de toda su filmografía, Hong Sang soo le concede su deseo. Ella baja la ventanilla del taxi y se cumple su anhelo: cae la nieve en Seoul.
Bajo el velo de una simpleza apabullante, sin florituras discursivas, el coreano alcanza, como muy pocos lo logran, una gran profundidad dramática con un comedido tinte de comedia. Todavía hay quienes no logran rendirse ante esta simpleza y dejarse llevar por la naturalidad de los acontecimientos. A ellos, mi recomendación: se puede hacer cine de bajo presupuesto sin perder el espíritu o la esencia. Hong Sang-soo es la prueba de esto.