El editor, la empleada, su mujer y la amante
Con una filmografía que incluye 21 obras, El día después ((Geu-hu, 2017) es recién la segunda película del surcoreano Hong Sang-soo que se estrena en la Argentina luego de En otro país (Da-reun na-ra-e-suh, 2012). Habitual presencia en los festivales más importantes del mundo, la llegada de su último opus, presentado en el 70 Festival de Cannes, es toda una celebración, tanto para sus seguidores como para aquellos espectadores que quieran disfrutar de una comedia dramática atípica que reflexiona sobre la atracción, el deseo, la mentira y los celos.
El día después se centra en Bongwan, un crítico literario devenido en editor que mantiene una relación paralela con su asistente. La relación se fractura, la amante todoterreno abandona su trabajo y aparece una nueva empleada: Areum. Es ahí cuando la esposa se entera del engaño y confunde a la nueva empleada con la amante, que regresa repentinamente para querer volver a ocupar ambos puestos. Todo esto en el término de 24 horas.
Hong Sang-soo filma una clásica comedia de enredos amorosos pero no desde el lugar común al que muchas veces se apela sino desde la crisis interna que afecta al protagonista, poniendo el acento en la confusa situación emocional que lo abate en cada uno de los encuentros que mantiene con su mujer, la nueva empleada y su amante. Para hacerlo recurre a una puesta en escena mínima (un departamento, la editorial, un restaurant), utiliza una fotografía en blanco y negro, planos largos, con solo algunos movimientos de cámaras y evita todo tipo de cortes, para que los diálogos tomen vital importancia como también la construcción de las atmosferas que envuelven cada una de las escenas. Se pasa del humor al drama (o viceversa) con la naturalidad que solo el surcoreano puede hacerlo.
El día después no apura las situaciones, ni utiliza pirotecnia visual alguna como relleno. La trama, narrada en dos tiempos, va y viene permanentemente evitando todo tipo de referencias sobre el presente y el pasado, provocando una confusión adrede en el espectador, casi la misma que sufren los personajes que deambulan en ese espacio. Hong Sang-soo mantiene ileso su estilo, forjado en el rigor del plano largo y fijo, con la indiscutible sensibilidad del trazo y la penetración en los personajes que atestiguan la mano y la voz de un maestro, un brillante retratista del comportamiento humano.