Cine de los intervalos
Para aquellos lectores que siguen con avidez a Hong Sang-soo, director Sur-coreano que se hizo conocido en Argentina gracias a festivales como BAFICI, y Mar del Plata, sabrán que tildarlo de director repetitivo es al menos aventurado y esconde en el concepto cierta pereza intelectual a la hora de analizar o pensar su obra. Lo que no puede dejar de rescatarse es que el director multipremiado ya ha logrado imponer un estilo y sello personalísimo a cada una de sus películas.
Su característica austeridad en el cine no es equivalente a su amplitud en materia de recursos narrativos y mucho más aún de las ideas que a lo largo de cada film realimentan su poética. A vuelo de pájaro podría decirse que para el realizador, la palabra y la imagen no son lo mismo, que el lenguaje cinematográfico es un modo de sintetizar la realidad y su percepción como parte de un planteo filosófico. En definitiva, sus personajes siempre se vinculan al ámbito intelectual no como signo de marcar distanciamiento con otra clase, sino como representativos de una variedad de discursos sobre un mismo fenómeno.
Por eso como suele ocurrir en sus propuestas todo comienza en una charla, en el tiempo de la charla con esa paciencia característica que permite al avance del fluir de la conversación. No es literatura firmada como podría ocurrir con otro tipo de autores, es notable el trabajo minucioso de los diálogos desde el guión con cero improvisación y marcadas situaciones, donde cada actor saca a relucir un histrionismo contenido propio de la austeridad buscada en la puesta en escena. De un lado de la mesa, un hombre y del otro su esposa. Él cumple los rituales de la pareja que comparte el mismo techo y acepta un plato, siempre dispuesto a la tranquilidad de ese instante de degustación. Ella habla mientras su esposo come parsimoniosamente pero llega el intervalo de la pregunta incómoda: ¿estás saliendo con otra?, y allí…
En los puntos suspensivos se concentra el cine de Hong Sang-soo, es un espacio en el que el desfasaje de tiempos arremete sin pedir permiso y solamente con un mapa de su poética alcanza para seguirle el rumbo. Rumbo que desde el vamos aleja todo tipo de cronología y equipara presente con pasado y con futuro. En ese sentido, la continuidad no la marca ni en el espacio ni en el tiempo del almanaque o el reloj, cualquier interior o exterior ajustado al fluir de las palabras vale para ese tiempo cinematográfico.
Abandonada la charla del esposo con su esposa, surge la estudiante y la amante, cuyo nexo es el hombre cuestionado y su manera de convivir con el deseo y la traición. Hablar de amor para el autor de Woman on the beach es reflexionar sobre el deseo y también de que los happy endings los busquemos en otro sitio.
No hay que sesgar la mirada de Hong Sang-soo y asociarlo al cinismo de moda que pulula en festivales de alta jerarquía, tampoco encontrar en su cine una apuesta al romanticismo de los hombres y las mujeres. Es mucho más enriquecedor disfrutarlo por lo que es su propuesta integral: descubrir en el cine un espacio para el fluir de la conciencia y de la auto conciencia en una charla infinita.