Sólo para verla con aire acondicionado
Al comienzo hay unos acordes de música intensa, propia de un melodrama. Se abre la puerta, y entra a la cocina un tipo medio fulero en remera y bermudas, que no pega con la música ni con el género. Con este chiste viejo comienza la nueva película de Hong Sang-soo. Sus devotos lo festejan, hablan de genialidad, depuración absoluta, meditación de las ironías del amor y otras monsergas. Pero aún así reconocen que ésta es una obra menor en la trayectoria de su maestro. En eso cualquiera está de acuerdo.
Con largas escenas de personas charlando sentadas a una mesa, o viajando solitarias por calles desoladas, todo en el estilo minimalista, monocorde, que lo caracteriza, ideal para salas con aire acondicionado, esta vez el hombre nos cuenta lo que en otras manos hubiera sido un auténtico vodevil, una comedia de equívocos, incluso un drama, el drama de un tipo cómodo que arruina todo lo que toca, mejor dicho, todas las que toca. Y aún así permanecen. La esposa cargosa y cornuda, la empleada y amante que le reclama una decisión, y la muchachita a quien la esposa confunde con la amante. Al menos esta escena de la confusión tiene movimiento. Y un feliz derivado: el tipo termina tomando cerveza con las dos chicas mientras la bruja lo espera sentada en casa. Pero ese no es el final. La historia sigue, los diálogos siguen, se repiten y siguen. Por suerte el aire acondicionado también sigue.