En la historia que se cuenta hay tres mujeres y tres escenarios: la esposa, una nueva empleada y la amante; la editorial, el restaurant y la casa del editor. Alguna que otra secuencia transcurre en una plaza y en las calles, y también en la entrada de la empresa de ediciones. Los espacios son mínimos y la cantidad de personajes también; es el tiempo cambiante lo que resulta una experiencia maximalista. La referencialidad endeble del tiempo real complejiza las situaciones. Por ejemplo: la mujer del editor está furiosa, llega al trabajo de su marido y confunde a la nueva empleada con la amante y le propina, además, un par de cachetadas y un par de golpes a la cara. La empleada afirma que es su primer día de trabajo, y el editor también, frente a la perplejidad del espectador que ha visto que ellos habían avanzado en la relación. Decidir si mienten o no depende de otra escena intercalada en la que aparece la verdadera amante, aunque se llega a entrever que la relación entre la empleada y el editor puede o podría ser algo más que un vínculo laboral. Estas ideas y vueltas tienen un giro magistral en el desenlace, en el que la empleada que nunca fue amante vuelve a visitar mucho tiempo después el negocio, repitiéndose algunas oraciones en el intercambio entre ella y el editor.