La Argentina de 1987 es el escenario de una historia que comienza cuando un policía llega a un colegio de padres franciscanos para esclarecer el asesinato de una profesora. Morgan, tal el nombre de ese detective, comenzará a interrogar a los sacerdotes y su mirada apuntará a una niña que predijo el episodio mediante un extraño dibujo. Ella y su madre se verán envueltas en una serie de situaciones que determinarán que la chica, alumna del colegio y nacida en los años de la dictadura, vaya descubriendo su verdadera identidad.
La realizadora debutante trató que su anécdota hiciera uso de elementos clásicos del género como sospechosos que resultan inocentes, hombres y mujeres de mirada torva que guardan algunos secretos y, en este caso, un sacerdote atraído por la madre de la niña. Todo este ovillo se enreda cada vez más y por momentos la narración pierde el rumbo, dejándose llevar por la enorme cantidad de elementos de prueba que el detective (decoroso trabajo de Gonzalo Urtizberea) descubre a través de sus conversaciones con los religiosos, de sus caminatas y su ojo siempre avizor.
El resto del elenco procuró hacer creíbles a sus por momentos extravagantes personajes, lo que logran a medias, mientras que los rubros técnicos no se apartaron de una discreta medianía.