La película fuera del cine.
El cine argentino está atravesando por uno de sus mejores momentos (no sé si financiero, pero al menos artístico). Se estrenan hermosas películas de producción independiente pero gran calidad que han llegado muy lejos, como Cornelia Frente al Espejo (2013), que ya celebra un año en cartel y ha recibido reconocimiento internacional. Pero lamentablemente cada tanto nos cruzamos con obras como El Día Fuera del Tiempo, que no está para nada a la altura de estas producciones.
El Día Fuera del Tiempo pretende ser un policial pero termina por ser un pastiche de estereotipos y clichés que no logran encausarse hacia ningún lado. No funciona ni como policial ni como comedia, a pesar de la presencia de gags que rozan el absurdo, y atraviesa absolutamente todos los lugares comunes que ya estamos cansados de ver: el detective solitario y alcohólico (que no duda en sacar una petaca cada dos minutos y tomar burdamente en cualquier contexto, no sin antes asegurarse de que la cámara lo esté encuadrando), la niña un poco siniestra que hace dibujos sugerentes, el portero feo, gordo y tuerto que se decida a la magia negra, un vendedor de chupetines y garrapiñadas homosexual y un monaguillo, en los que se deposita la comicidad de los diálogos y que vendrían a ser una especie de fool o clown; una división maniquea de personajes propia del melodrama. Como si fuera poco, también se nos explica a los espectadores, mediante un diálogo que mantiene el detective con la niña, la alegoría presente en la elección del nombre Ariadna para el personaje de la niña.
Pero el principal problema es que de alguna manera el film pretende enlazar una trama de corte policial, que termina siendo de lo más inverosímil, con el contexto de Argentina del 87 luego de la dictadura, representado en la historia de las dos hermanas que encarnan las mellizas Marull. Emilia es profesora de música, su hermana fue secuestrada durante la última dictadura cívico-militar y tuvo una hija con un enfermero, quien hoy es párroco en la escuela a la que asiste la niña y viene a llevársela. Pero la conexión no funciona. El guión realmente es muy pobre y hasta parece de lo más abyecto tratar la impunidad que otorgaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de esta manera. Hubiera sido más interesante, tal vez, si se tratara más en profundidad el conflicto entre las hermanas relacionado con el problema de los dobles, que tiene tantos ecos en la historia del cine.
Para que las convenciones con las que pactamos los espectadores cuando entregamos nuestro tiempo y alma a una película o una obra de arte sean eficaces, el artista debe realmente tenerlas presentes, cuidar los detalles y conocer los artificios, no solo copiar.
Se puede rescatar la elección de la paleta de colores, de tonos pasteles, que es lo único que le da una unidad -al menos estética- a la película. Cuando se acerca la secuencia final y nos recuerdan que el título tenía algo que ver con el calendario maya, comienzan los créditos y seguimos sin entender de qué se trata.