Una larga lista de defectos
Tomando como variable de análisis apenas la banda sonora de El día fuera del tiempo, ya pueden intuirse todo el resto de los problemas que hay en la película: pretende generar suspenso e inquietud, pero en verdad, por lo invasiva y redundante que es, sólo termina molestando. Es puro trazo grueso, al igual que todo lo demás en el resto del film, que tiene muchas ambiciones, aunque no puede concretar ninguna apropiadamente.
Hablábamos de ambiciones, y son muchas, con su relato policial situado en 1987, con el alzamiento militar y la promulgación de la ley de obediencia debida como telón de fondo, en el que un asesinato en un colegio de padres franciscanos va revelando conexiones con los años de la última dictadura militar. La realizadora Cristina Fasulino, autora también del guión, no sólo pretende establecer un alegato político, sino que además incorpora elementos místicos y religiosos, atravesados por lo sobrenatural. Para manejar toda esta variedad de recursos y llevarlos a buen puerto se necesita habilidad y conocimiento del género policial, pero la cineasta no parece poseerlos.
Enseguida todo se va por la borda en El día fuera del tiempo, empezando por el protagónico de Gonzalo Urtizberea, ya que su personaje de detective privado encargado de investigar el crimen jamás adquiere espesor. Lo mismo se puede decir del resto de los personajes, todos estereotipados y enmarcados en actuaciones absolutamente fuera de registro. Nada se salva en el film, todo cruje y se va cayendo a pedazos frente a los ojos del espectador: una puesta en escena esquemática al extremo; situaciones pretendidamente serias que terminan causando gracia; líneas que apuntan a causar una risa irónica pero quedan completamente en off-side; vueltas de tuerca carentes de verosimilitud; resoluciones arbitrarias; y un ritmo cansino, que en ningún momento conecta con las necesidades de la historia.
El día fuera del tiempo es apenas una larga lista de errores y defectos, un film olvidable, que certifica que a pesar del paso de los años el cine argentino sigue entregando películas sin valor cinematográfico.