Cuando Cristina Fasulino incorpora la temática de la dictadura en "El día fuera del tiempo"(Argentina, 2012), un policial clásico con algunos tintes sobrenaturales, entendemos la complejidad y la intensidad con la que maneja el oficio en, éste, su segundo largometraje.
Porque por más que uno se sumerja en la trama y subtramas que la componen y construyen, lo latente en el filme y la amenaza de algo que nunca queda bien en claro qué es, es mucho más fuerte que lo que se cuenta en la superficie visible.
En “El día…” hay un policía (Gonzalo Urtizberea), gris, abatido, con un grave problema de bebida, que como puede intentará descifrar las pistas e indicios sobre un misterioso caso de muerte en un colegio religioso del que nadie puede dilucidar nada.
El hermetismo de la institución religiosa, sumado a las trabas propias de la complejidad del caso, pondrá al investigador ante una serie de personajes que nunca terminarán de brindarle el apoyo necesario para terminar el caso.
Dos padres (Bernabé Rico y Mario Vedoya), dos hermanas (María y Paula Marull) y un variado grupo de secundarios, todos con secretos, intentaran ayudarlo o directamente obstaculizarle el trabajo. Y como nadie está libre de pecado hasta que se pruebe lo contrario (o algo parecido) el supervisor (Urtizberea) deberá dilucidar quién dice la verdad y quién miente para poder así encontrar al culpable, pero a medida que avance se encontrará con más preguntas que respuestas.
Además, para completar el misterio, hay una niña llamada Ariadna, a cargo de una de las mellizas, y de quien se desconoce la identidad de su progenitor y que misteriosamente posee contacto con cada uno de los hechos oscuros que se van presentando en el colegio.
"El día fuera del tiempo" posee elementos de policial de procedimientos (se nota que Fasulino conoce el género) potenciados por los trazos gruesos con los que impregna al personaje principal, pero también por el halo místico que rodea a las mellizas (una ambigüedad que se genera en la misma posibilidad de discernir quien es quien de las dos) y su relación con la Iglesia, principalmente con el padre interpretado por Rico.
La subtrama política, que ubica la acción en el punto de inflexión que significó la transición hacia la democracia, además, posibilita un estado de tensión que se entrelaza con la acción y hechos presentados.
La presentación de cierta imaginería religiosa e íconos claves del género, permiten a Fasulino profundizar sobre la idea tomada del calendario Maya que hay ciertos días “fuera de tiempo”, pero que en realidad son sólo la afirmación de la amenaza del mal agüero sobre los actantes.
Si el filme posee algunos errores, como la actuación de algunos secundarios (exagerados y casi sin variaciones en los discursos que dicen), la elección de musicalizar exageradamente situaciones de suspenso, y hasta leves errores de edición (detectados en saltos de ejes) la intención de la directora permite hacer la vista gorda y generar las ganas de esperar su nueva propuesta a la brevedad. Un acercamiento a la temática de la dictadura diferente.