De la mano de Betiana Blum como la estereotipada madre judía, llega una comedia desopilante, con excesos de gags que, por más que llevan a la risa, termina quedando exagerado.
Néstor Sánchez Sotelo (Caída del cielo, 2016) estrena su última película, un compendio de chistes sobre familias judías y desmedidas burlas y clichés, donde un velorio será el motivo en el que muchos secretos y mentiras estallen.
Dina (Blum) es una arquetípica madre judía, sobreprotectora y exagerada, que intenta perder su miedo a volar para poder visitar a sus hijos que viven en el exterior, ya que ninguno de ellos viene a Argentina a verla. Es entonces cuando se le ocurre la idea de fingir su propia muerte para lograr que, por fin, sus hijos vengan a Buenos Aires. Con la ayuda de sus amigas (Alejandra Flechner y María José Gabín) y de su enamorado (Roberto Carnaghi) llevarán este manipulador plan para reunir a la familia, cueste lo que cueste.
Lo destacable son los actores. Sin duda, todo el reparto tiene el nivel necesario para llevar adelante la comedia, más allá que el guion de Verónica Eibuszyc y Gabriel Patolsky sea solo un compendio de gags conocidos sobre familias judías y enredos.
Sánchez Sotelo utiliza un estilo de comedia televisiva, famosa hace algunas décadas, donde lo absurdo le gana a lo narrativo, donde el gag es el protagonista exclusivo. Lo visual está, muchas veces, de más, ya que lo sobreactuado gana terreno, estableciendo un tono excesivamente ligero y hasta monótono.
No ofrece otra cosa más que un cúmulo de chistes que deja en segundo plano el costado dramático de la historia. Con una resolución previsible, refleja situaciones por todos conocidas (tanto de la vida misma como de ver tanta comedia familiar). Podría haber profundizado un poco más en los problemas familiares en conjunto, la realidad de cada uno de los hijos y la desolación de la madre, pero solo queda un bizarro torrente de situaciones graciosas, lo que hace a la película muy graciosa pero nada memorable.