Alessia Chiesa toma como punto de referencia Hansel y Gretel, de Engelbert Humperdinck, para contar la peculiar historia de tres niños ¿abandonados? en una casa del bosque, donde, como en la mayoría de los relatos clásicos infantiles, lo que empieza como un cuento de hadas irá mutando hasta convertirse en uno de terror.
Fan (9 años), Tino (7) y Claa (5) son tres hermanitos que están instalados en una casita en medio del bosque. Sus padres no están y mientras esperan un regreso que nunca ocurre juegan, comen caramelos, leen cuentos, se sienten libres, junto a su perro Coco. Pero a medida que la ausencia de los adultos se empieza a notar cada uno comienza a ejercer un juego de poder y manipulación sobre el otro que funciona como un espejo de lo que ven en los mayores.
Chiesa construye hábilmente un relato lúdico, como un cuento de hadas y brujas, sobre la lucha de poderes, para mostrar como también desde la ingenuidad e inocencia éste puede ser ejercido. La convivencia entre los tres hermanos se va volviendo tensa a medida que la ausencia de los padres es cada vez mayor y Fan, la mayor aprovecha, su liderazgo para comenzar a impartir órdenes sobre los más pequeños en base al miedo y la manipulación psicológica.
En El día que resistía (2018) Chiesa solo trabaja con los tres niños, todo un riesgo del que sale airosa, y los filma como si fuera un juego, improvisando escenas con total naturalidad, colocando la cámara a sus alturas en un estado observacional, mezclando realidad y fantasía, para realizar un estudio antropológico sobre el comportamiento infantil a través de una dualidad con los padres, estableciendo jerarquías, luchas de poderío, y donde los mandatos entran en juego poniendo en juego la estabilidad reinante.
Mutando de un comienzo encantador a un sutil terror mágico, El día que resistía bucea entre el mundo real y la fábula fantástica, donde, como en los cuentos, los sueños se convierten en pesadillas, las brujas engañan a los niños y las hadas, algunas veces, llegan para devolverles la inocencia perdida.