Se viene la noche
Es interesante replantearse la infancia como ese espacio infinito y lúdico donde la creatividad frente a las conflictivas adultas encuentran en el terreno de la imaginación el territorio fértil para que la inocencia de los niños adopte otro tipo de color, no necesariamente cristalino sino que se revista de una pátina oscura. No siempre la imaginación es tan pura como la inocencia y de ahí la idea de los cuentos clásicos que ponen el límite a la libertad expansiva de los niños bajo premisas falsas de miedos y represión acumulada frente al desborde de energía y la necesidad perpetua de transgredir toda regla impuesta.
En ese marco la historia de Hansel y Gretel más allá de la anécdota del bosque, la bruja y los caramelos, encierra una idea mucho más compleja y que hace al control de los niños, a la necesidad de reducir su espacio de acción y búsqueda de juego en pos de los límites de los propios adultos que inventan calamidades para que el miedo opere en consecuencia pero sin tener presente que el miedo también es el combustible de la imaginación de los niños y su capacidad de entrar y salir de un personaje es imperceptible y dinámica frente a un mundo propio de reglas distintas.
Por eso la ópera prima de Alessia Chiesa reúne todas las características de un cuento fantástico donde la ausencia de papá y mamá sin justificativos aparentes deja a la intemperie a tres hermanos Fan, Tino y Claa (9, 7, 5 respectivamente). Entre juegos, charlas y la imposición de la hermana mayor frente a las demandas y caprichos de sus otros hermanos, el bosque y la noche que amenaza son el peligro y la entrada de la oscuridad para ingresar a una zona de la infancia poco habitada por el cine que se queda eclipsado con la mirada o punto de vista de los niños pero sin crear un mundo para ellos con autonomía de la realidad.
La sutileza y una elección de casting justa genera distancia sostenida entre la directora y los personajes completamente naturales en ese juego de niños devenido tránsito hacia otro tipo de niñez no ligada necesariamente al abandono adulto pero sí a la ausencia de figuras paternales.
Buenos climas hace que la trama fluya y no se estanque para que cada personaje deje una huella en este camino sinuoso acompañado de ingenuidad, vuelo imaginativo y crueldad que no conoce moral alguna.