Aunque transitando caminos conocidos (subgénero de jóvenes yendo de viaje y quedando atrapados en un complejo de cabañas donde empiezan a suceder eventos cada vez más extraños), la ópera prima de Ignacio Rogers (reconocido actor del cine independiente) tiene una primera parte que promete. El problema es que durante la segunda mitad (en la que entran a jugar sectas satánicas, leyendas milenarias y rituales sangrientos) las resoluciones son poco convincentes y la sensación termina siendo un poco frustrante, a pesar de los no menores hallazgos visuales (el director de fotografía fue el siempre talentoso Fernando Lockett).
Una pareja (Martina Juncadella y Julian Tello) y dos que alguna vez fueron novios (Ezequiel Díaz y Violeta Urtizberea) parten juntos a bordo de un auto y llegan a una zona de bosques, montañas y lagos, donde empezarán a descubrir personajes perturbadores y situaciones extremas (en una de las primeras escenas aparece asesinada el personaje de Ailin Salas). A partir de entonces, las vacaciones se convertirán en un suplicio, una acumulación de perversiones y explosiones sangrientas. Rogers intenta reformular ciertos códigos fundacionales del género de terror y darles una impronta local, pero el resultado en esa segunda parte no es del todo convincente.