Fin de semana con fantasmas
Ignacio Rogers (actor de Como un avión estrellado, Esteros) debuta en la realización cinematográfica con la película de género El diablo blanco (2019), un relato que transita por lugares comunes y convenciones pero intentando, todo el tiempo, diferenciarse gracias a una lograda tensión narrativa con elementos extradiegéticos y actuaciones que escapan al deber ser del género.
Un grupo de jóvenes amigos se dispone a pasar unos días de relax y vacaciones en un lugar alejado de sus hogares, pero que en ese intento de descanso son amenazados por algo/alguien. Violeta Urtizberea, Martina Juncadella, Ezequiel Díaz y Julián Tello, se prestan a jugar en esta propuesta clásica de “corre por tu vida”, en un marco natural, con cabañas y un lago (cualquier similitud con Viernes 13 no es pura casualidad) y en el que algunos detalles desconocidos por ellos los ubicará continuamente en peligro. Ya en una de las primeras escenas se presentará a aquel/aquello que amenazará la vida de los protagonistas, una leyenda asociada al fundador del pueblo en el que caen los amigos a vacacionar, y que propone una mirada folklórica sobre historias asociadas a tradiciones, cultos, ritos, leyendas urbanas, y sectas en el interior del país.
Desde el primer momento sabremos aquello que devendrá en la progresión dramática como motores de la historia, pero en la exploración de Ignacio Rogers del género, sumará elementos claves para mantener en vilo al espectador: El encierro no es una de las opciones para el relato, por lo que más allá que en algunos momentos se intenten refugiar los protagonistas para salvar sus vidas, los intentos vanos serán funcionales para avanzar la historia. Cual narración de Agatha Christie, uno a uno los amigos irán despareciendo, dato que ya sabe el espectador desde el minuto cero del relato, pero lo interesante de El diablo blanco es ver cómo se llega hasta esos momentos de climax sin afectar el conflicto general de la historia.
La decisión de trabajar con intérpretes de carácter y con una carrera desarrollada principalmente en cine y teatro independiente, que incorpora además figuras como Ailín Salas, William Prociuk, es clave para otorgar solidez al relato. La cuidada fotografía de Fernando Locket y la sugerente banda sonora de Pablo Mondragón y Patrick de Jongh, potencian las ideas de la historia, que además se construye a través de planos amplios y encuadres que suman información a la hora de crear atmósferas y climas afines al género.
Rogers debuta con pie firme y seguro en la dirección, explorando el cine de género para devolver una mirada sobre la amistad, el amor, la búsqueda de libertad, y, principalmente, para reivindicar historias que crean microuniversos de acción, con leyes y reglas convencionales, pero también con deseos de trascender aquello mismo que podría encorsetarlas.