Comedia menor con algunos apuntes brillantes.
El Dictador, la tercera película del binomio creativo Larry Charles (director) / Sacha Baron Cohen (guionista y protagonista) después de Borat y Brüno, se trata de una comedia menor que apela casi constantemente al trazo grueso, tanto desde la construcción de los personajes como en la búsqueda de lo risible.
Pero entre chistes fáciles burdos y apuntes despectivos sobre medio oriente, aparecen ciento cincuenta segundos excelentes.
En esos minutos el dictador Aladeen ante el conjunto de naciones libres pone en cuestión la noción de democracia de los Estados Unidos y gran parte de occidente. Creyendo que habla de su amada dictadura Aladeen habla de las compañías petroleras, la injusta distribución de la riqueza, la reducción de impuesto para las clases altas, la falta de cobertura social para los pobres y los medios de comunicación en pocas manos, entre otros temas.
Excepto por ese monólogo agudo y extraordinario, brillantemente escrito, esta película no es mejor ni más filosa que un sketch de "El dictador de Costa Pobre" en los que Olmedo-Sofovich tiranizaban a Fidel (con un personaje mucho más simpático y querible que Aladeen) a la vez que problematizaban el bloqueo.