Quien venga siguiendo a Sacha Baron Cohen desde “Borat”, la no estrenada “Bruno” e inclusive su participación en “La invención de Hugo Cabret” sabrá de antemano que le espera al ver “El dictador”, su más reciente opus.
Y quien haya visto la “cola” tendrá la oportunidad de reírse de nuevo con la primera y muy cómica escena de la película, cuando se lo observa al emperador Aladeen de la ficticia república de Wadiya “eliminando” sucesivamente a sus competidores en una carrera de atletismo.
De ahí en más se sucederán varios otros momentos muy graciosos a tal punto que uno puede sorprenderse de que la película dure menos de noventa minutos y que pasen tantas cosas en la trama. Prueba de la diversidad es la gran cantidad de personajes con los que uno termina familiarizándose. E incluso de numerosos cameos que incluyen a la muy atractiva Megan Fox, a la que se disfruta apenas un minuto, a John C. Reilly, Edward Norton (¡menos de treinta segundos!) o el francés Gad Elmaleh.
De todos modos Sacha Baron Cohen estará presente durante casi todo el metraje dado que el tirano tiene varios dobles que obviamente son también interpretados por él mismo. Los otros dos personajes importantes son su tío Tamir en buena composición de Ben Kingsley y Zoey, la angelical Anna Faris, una chica “ecológica” y vegetariana a la que el dictador conoce ocasionalmente durante una manifestación en su contra en pleno Nueva York.
El director Larry Charles, al igual que en las anteriores “Borat” y “Bruno”, elige a una comunidad o grupo social como foco de sus burlas. En este caso se trata del mundo árabe y más concretamente de líderes como el ex dictador de Libia o de otros emiratos, ricos en petróleo y gas. Si hasta se atreve a mencionar a multinacionales como BP, Exxon y a la misma Petrochina, a la que le promete el ahora muy popular “shale gas” (gas de esquistos). Las escenas con el representante de China en las Naciones Unidas y su dudosa afirmación de que su país es muy democrático o también su debilidad por George Clooney o Edward Norton (de allí su breve aparición) son muy divertidas. Pero además demuestran que casi ningún país o etnia se salva de las críticas muy ácidas del film.
Incluso los Estados Unidos no salen indemnes por ejemplo cuando se afirma que fue construido por “negros” y es hoy comercialmente manejado por chinos. Hasta Obama es mencionado y mostrado en una escena de la televisión americana. Tampoco deja de estar presente la comunidad judía en por ejemplo una de las últimas escenas, con casamiento y “mazel tov” incluido.
Habrá varias alusiones a Irán como aquella en la cual Aladeen arenga a su pueblo y les comenta sobre el proyecto de enriquecimiento de uranio con fines exclusivamente pacíficos. Ello quedará totalmente desvirtuado cuando se lo vea visitando un misil y discutiendo con su ministro de defensa sobre la conveniencia de una punta puntiaguda en lugar de redonda y la repetida (en demasía) sugerencia gestual de que le corten el pescuezo a varios de sus súbditos.
Tampoco faltarán escenas, muy habituales en films con el zafado actor y también guionista inglés, de muy subido tono sexual como una en que descubre que puede procurarse placer erótico sin tener necesidad de pagarle a una belleza como la mencionada Megan Fox.
Pero detrás de toda la comicidad, que por momentos roza el mal gusto y lo escatológico, “El dictador” es ante todo una historia de amor y una reivindicación de la democracia como forma de vida. La banda sonora es todo un hallazgo con composiciones, algunas muy conocidas, en su mayoría en lengua árabe.
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Publicado en Leedor el 20-07-2012