El inglés Colin Firth es sin duda el más probable ganador en la categoría mejor actor, una de las nominaciones recibidas por “El discurso del rey” (“The King’s Speech”). Se podría incluso especular que, de no haber sido Firth quien interpretara al Rey Jorge VI, la película habría recibido muchas menos de las doce nominaciones que la ponen al tope por encima de “Temple de acero” de los hermanos Coen (diez) o “Red social” con ocho.
Los posibles ganadores en los diversos rubros serán el objeto de una nota futura a publicarse cuando se acerque la fecha (27 de febrero) de la ceremonia de entrega de las estatuillas. En este texto se intentará analizar, explicar y en opinión de este cronista justificar los merecimientos de la coproducción mayoritariamente inglesa, y con algo de Australia, del virtualmente desconocido y también nominado director Tom Hooper.
El duque de York, hijo menor de Jorge V, no imaginó seguramente que algún día su hermano mayor Eduardo VIII abdicaría al año de haber sido nombrado rey por querer casarse con una mujer norteamericana, la célebre Wallis Simpson, doblemente divorciada. Quien sería el futuro rey Jorge VI, y padre de la actual reina Isabel de Inglaterra, siempre había sido objeto de burla de su hermano mayor como consecuencia de una tartamudez, que mucho tenía que ver con su desgraciada infancia y que la película va revelando acertadamente y por etapas.
La trama, no necesariamente fiel a la verdadera historia, le asigna un rol trascendente a la esposa del futuro rey en una excelente interpretación de Helena Bonham Carter (nominada), mejor aprovechada que en varias de la películas recientes de su esposo y director Tim Burton. Será ella quien, sin revelar su identidad y la del marido, visite a un “profesional” que tendría la capacidad de sanear el impedimento del habla de su pareja.
Hace entonces entrada en escena Lionel Logue, rol asignado en otro acierto del “casting” al australiano (también lo es el personaje que realmente existió) Geoffrey Rush. Recordado por el film “Claroscuro” de Scott Hicks que se llevó un solo Oscar al mejor actor de reparto justamente otorgado a Rush, hasta entonces un desconocido actor que aquí vuelve a ser nominado en esa categoría.
Cuando se produzca el primer encuentro entre Logue y su paciente, del que ignora su verdadera identidad, el terapeuta le señalará que pese a las claras diferencias sociales entre ambos aquí será mejor que “seamos iguales” y lo tutea llamándolo “Bertie”, ante el disgusto del noble.
La relación entre ambos se quebrará en más de una oportunidad y se restablecerá gracias a toda una “novedad” de la época (década del ’30), consistente en un fonógrafo que además permite grabar sonidos.
Son graciosos los ejercicios que debe realizar el futuro rey y las situaciones pueden recordar una circunstancia similar, aunque socialmente invertida, como era la del profesor Higgins con Eliza Doolittle en “Mi bella dama” (“My Fair lady”). Los métodos que usa Logue incluyen practicar el habla bajo el ritmo de canciones como “Swanee River” e incluso el proferir insultos varios, que logran destrabar la tartamudez.
Uno de los aspectos más impactantes de “El discurso del rey” es como va creciendo afectivamente la relación entre dos personas tan diferentes reservando para los últimos veinte minutos momentos de enorme emoción, cuando el ahora rey deba dirigirse a la nación para anunciar que Inglaterra ha decidido declarar la guerra a Alemania.
La lectura de un discurso de unas tres páginas que Jorge VI realiza frente a un amenazante y enorme micrófono y con la presencia y guía de su tutor es uno de los momentos más sublimes de la cinematografía ingles reciente. Como fondo se escucha la séptima sinfonía de Beethoven y con la presencia de Logue, cual director de orquesta, orientando a su discípulo para no equivocarse en la lectura de tan trascendente mensaje.
Entre los muchos otros aciertos de esta película, la mejor de las diez nominadas, señalemos varias brillantes actuaciones de actores veteranos empezando por Claire Bloom (“Candilejas” de Chaplin!) como la reina madre, Derek Jacobi como el arzobispo Lang, Michael Gambon como Jorge V y Timothy Spall como Winston Churchill.
Atípica frente a productos más tradicionales como el western de los hermanos Coen y la película sobre Facebook de David Fincher, “El discurso del rey” debería alzarse con el máximo premio, aunque nada está dicho a la hora de las definiciones.