Mucho ruido y poco riesgo
Resulta casi una obviedad que El Discurso del Rey (The King's Speech, 2010) sea una de las películas con más nominaciones a los Premios Oscar de 2011. La razón es la de cumplir con todas las medidas estándares con las que la Academia de Hollywood se mueve a la hora de votar sus dudosos galardones: corrección política, calidad técnica, nivel actoral aceptable y carecer de riesgo estético y narrativo. Algo que implica que la película sea buena pero con ciertas reservas.
La historia es simple y casi insignificante, aunque lo interesante radica en ver como de algo tan pequeño se construyó una película de casi dos horas de duración. La tartamudez del rey Jorge VI (Colin Firth) y la relación que entabla con el psudomédico Lionel Logue (memorable actuación de Geoffrey Rush) es el eje del conflicto de una superproducción épica derivada en biopic de la realeza inglesa. Tema que a Hollywood siempre le atrae.
Es imposible encontrar falencias en El Discurso del Rey, ya sea desde lo técnico como desde lo representativo roza la perfección. Actuaciones en la medida justa, una ampulosa banda sonora compuesta por el francés Alexandre Desplat y una puesta en escena cuyo foco está puesto en los personajes por sobre el despliegue visual, una tentación a la que Tom Hooper pudo resistirse y que sumó puntos en lugar de restar. En síntesis todo es tan correcto que la historia, muy menor, termina por convencer.
Si Tom Hooper logra darle un valor agregado a la historia y alejarla un poco del cliché hollywoodense es la forma que tiene de presentar a los personajes y como logra construir una relación vincular a partir del diálogo. El film se estructura desde una serie de escenas en las que la palabra adquiere un protagonismo absoluto y una estrecha relación con el tema central del conflicto: la dificultad para hablar del monarca inglés. El paralelismo trazado a partir de la tramay el punto que se elige para desarrollarla resulta ser el más atractivo, y seguramente el de mayor peligro para no caer en la morosidad narrativa. Una película de diálogo en donde el problema que aqueja al protagonista resulta ser la utilización de las palabras es lo más atractivo dentro de la construcción del relato cinematográfico.
Actoralmente todo el peso cae en ambos personajes, tanto Colin Firth como Geoffrey Rush salen airosos de sus caracterizaciones, evitando caer en la burda imitación y construyendo a dos hombres opuestos entre sí pero que en algún punto se conectan y esa conexión se da a través de las palabras. Helena Bonham Carter como la esposa y futura reina nos brinda una interpretación con mucho menos peso dramático pero fundamental en la resolución del conflicto, aunque por momentos parece haberse escapado de una película de Tim Burton, por cierto, su esposo en la vida real.
El Discurso del Rey es una de esas películas que le va a gustar a la mayor parte del público, que va a ganar unos cuantos Oscar, que va a convocar una multitud de espectadores, que va a gustar a cierto sector de la crítica clásica y exasperar a los más snobs. Podríamos definirla como una película condescendiente con todos los sectores y que por lo tanto evita jugar con algunos aspectos que la cinematografía de hoy se permite. Un poco más de riesgo no le hubiera sentado nada mal aunque valga la redundancia, a pesar de eso, no está nada mal.