El Discurso del Rey es una película correcta, es una buena película, pero demasiado correcta. Los planos indicados, el montaje en el momento justo, una historia basada en hechos reales y la actuación de profesionales más que eficientes. El cliché preferido de la academia, el que tiene todas las de ganar. Es sin duda la favorita de ellos, pero no la de los críticos y, creo, tampoco la del público.
La historia se centra en Bertie, hijo del rey de Inglaterra y segundo en sucesión al trono, nunca creyó tener la posibilidad de ser rey porque, además de lo antedicho, tiene un problema de dicción, es tartamudo; y no hay reyes tartamudos. Por problemas personales de su hermano mayor, Bertie no tiene más remedio que subir al trono en un momento crítico del país, la segunda guerra mundial se avecina y el pueblo necesita un líder. Con la ayuda de un profesional poco ortodoxo como Lionel Logue, Bertie pasará a ser Jorge VI, uno de los reyes más queridos por el pueblo británico.
Lo que vale la pena destacar de la película es, sin duda, la increíble actuación de Colin Firth que inevitablemente le merecerá el Oscar este año; recordemos que el año pasado estuvo nominado por su brillante actuación en Solo un hombre. Los coprotagonistas son muy buenos, pero no pueden superar ese personaje, además es sabido, a la Academia le encanta premiar a los actores que interpretan personajes con problemas físicos o mentales; lo vimos con Sean Penn en Mi nombre es Sam y antes con Daniel Day-Lewis en Mi pie izquierdo.
Una película con momentos emocionantes y una sórdida moraleja es, la preferida para el Oscar. No es una forma de menospreciar la película, sino de preparar al público para una historia tan buena como convencional.