El discurso entrecortado
Todos los años, a esta altura -antes era un poco más tarde, a mediados de marzo-, comienza la carrera del Oscar.
Dirán seguramente que es un premio netamente comercial que poco tiene que ver con lo mejor del cine de Estados Unidos y del mundo, dirán que se manejan otros intereses que la verdadera calidad cinematográfica, dirán muchas cosas... pero finalmente a los que amamos el cine, siempre la carrera del Oscar nos termina envolviendo y queremos, como a esos que les gusta el fútbol y quieren ver a su equipo goleador, que gane la película por la que se ha inclinado nuestro corazoncito.
Como es típico también de esta época, siempre aparece una película pequeña que va engrosando su caudal de premios cosechados en Festivales y cualquier otra "repartija" y rápidamente, de buenas a primeras, se convierte en la gran favorita, la famosa crowd-pleaser, ésa que le gusta a todo el mundo, a la gran multitud.
Y una vez instalada como uno de estos "totems sagrados" es sumamente dificil poder dar una opinión porque parece estar todo dicho. Absolutamente todo.
Estas películas favoritas se erigen como perfectas, sin fisuras, todo el mundo acuerda con que son excelentes y funciona aceitadamente el "boca a boca" y hasta logra transformarse en un gran éxito comercial, una película que sin la carrera del Oscar mediante, no hubiese tenido una repercusión notable o incluso, hubiese pasado desapercibida en algun cine-arte.
Sumado a todo esto, Hollywood tiene un costado adulador, donde hay ciertos condimientos de algunas latitudes que ellos secretamente admiran.
Uno de ellos es el toque que le da a cada una de sus películas el cine inglés. Y si al hecho de que "El discurso del rey" sea una película de flema inglesa, le sumamos los condimentos de una historia real con situaciones de la realeza británica, no hay votante de la Academia que pueda sucumbir a sus encantos.
Es así, como este año "The king's speech" ya se ha constituido en la gran favorita y en la casi segura ganadora en la carrera del Oscar 2011.
Ha comenzado, al menos, con sus brillantes 12 nominaciones encabezando la tabla de las nominadas. Y aunque esto no quiera decir nada en un principio, porque ya conocemos de casos que con muchas nominaciones se han ido con las manos vacías o semivacias (siempre recuerdo el caso de "El color púrpura" de Steven Spielberg, que con 11 nominaciones no se pudo llevar ni un sólo Oscar), seguramente "El discurso del rey" de Tom Hooper no va a ser de esos casos de volverse a casa sin nada.
Ya se ve el tendencioso favoritismo que envuelve a esta película dentro de la competencia cuando su director, Tom Hooper, quien sólo tiene en su haber un puñado de buena películas filmadas para televisión y el film no estrenado en la Argentina "The Damned United" - otro film basado en hechos reales sobre el fútbol inglés- ha logrado colocarse entre los cinco mejores directores del año por sobre Christopher Nolan ("El origen") o Danny Boyle ("127 horas") que más allá de sus creaciones, como directores, le han impreso a cada uno de esos films un sello personal indiscutible, una marca de fábrica que Hooper parece no tener.
La fábula que cuenta "El discurso del rey" ya es una historia por todos conocida a esta altura, pero por si alguien todavía no se enteró cuál es el tema de la gran favorita, es una historia con tintes de biopic sobre algunos temas de la corona.
Cuando fallece el rey Jorge V (Michael Gambon), lo debe suceder en el trono, su hijo mayor, el príncipe Eduardo VII (Guy Pearce).
Pero Eduardo VII esta mucho más interesado en continuar su relación amorosa con una mujer divorciada (!) y americana (!), imperdonable para la época, y por lo tanto se ve obligado a abdicar. Es así como su hermano menor Bertie (Colin Firth) llega a quedar a cargo de la corona.
Berite, asciende al trono como Jorge VI de Inglaterra y su país necesita urgentemente un líder pero su principal limitación para enardecer a las masas es que es tartamudo y tiene serios problemas en el momento de dar los discursos. Su esposa (Helena Bonham Carter) se contacta con el excéntrico Dr. Lionel Logue (Geoffrey Rush) quien con ciertas técnicas poco convencionales tratará de ayudarlo a superar su problema.
La película está brillantemente actuada. Tanto Colin Firth (número puesto como ganador al Oscar al mejor actor de este año) como Geoffrey Rush dan clase de actuación y los momentos en que ambos aparecen en pantalla son duelos actorales de un nivel superior.
Helena Bonham Carter acompaña (en un papel de reparto, lejos de sus últimas brillantes criaturas en los films de Tim Burton, insuperable en su reina de corazones de "Alicia en el país de las maravillas") junto con un excelente elenco secundario, donde, por supuesto, nadie desentona.
Sumando a que el film sea perfecto para la competencia del Oscar, tiene un brillante diseño de vestuario y escenografía que nos transporta rápidamente a la época y es innegable que la fábula que cuenta esta historia, tiene su encanto.
¿Qué es, entonces, lo que no hace que "El discurso del rey" sea la película del año?
El enfoque que la da Hooper tiene un tratamiento totalmente convencional y el guión si bien tiene diálogos brillantes entre los protagonistas, está más enfocado a agradar -una de estas "parejas" que primeramente se repelen para luego buscarse- que en adentrarse en los problemas que sufría la corona en ese momento particular de la historia.
Todo está puesto de forma tal que el producto quede perfectamente redondeado, filmado con corrección y es muy agradable de ver.
Pero uno espera que la película del año traiga un plus, un adicional, un "algo más" que lamentablemente "El discurso del rey" no tiene. Le falta el atrevimiento con que Aronofsky tiñe "Black Swan", la vueltas de guión que nos mantienen expectantes en "Red Social", la creatividad de los mundos paralelos que se despliegan en "El Origen", abordar un tema no tan visitado por la pantalla grande como "Mi familia" o la genialidad habitual de Pixar al servicio de una brillante "Toy Story 3".
Hay mucha correccion, una historia simpática, grandes actuaciones que indudablemente la convierten en un producto de excelencia. Pero falta algo más para que sea una GRAN película.