Al Servicio Secreto de su Majestad
Durante mi infancia fui durante varios años a fonoaudióloga. Diversas profesionales médicas que me daban ejercicios para mejorar mi dicción. Nunca fue algo demasiado divertido y mucho menos lo era llevar tareas a casa.
Imagino que para un rey treintañero debía ser mucho peor. Pero la historia de Jorge VI, rey de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, y padre de la actual Reina Isabel, fue real. Y no era un problema de dicción sino de tartamudeo. La cuestión es que dicha historia no hubiese trascendido sino fuera que a Jorge, cuando era príncipe, le temblaban las piernas, y la voz cada vez que tenía que dar un discurso. Por lo tanto, su esposa, la princesa, se puso en marcha para buscar un fonoaudiólogo prestigioso que ayudara a su marido a “corregir” su tartamudeo, especialmente porque se veía venir que debido a que el rey Jorge V estaba muy enfermo, y el hermano mayor de Jorge VI, David, iba a rechazar la corona por no querer separarse de una mujer estadounidense divorciada (ningún rey se puede casar con una mujer divorciada), Jorge VI tenía que ser el heredero natural del trono de Inglaterra. De esta forma, llega a Lionel Logue, un actor, locutor y fonoaudiólogo autodidacta proveniente de Australia, que vive en el sótano de viejo edificio de Londres, donde pone en práctica sus clases con métodos poco usuales.
Esta historia llego a la manos del director Tom Hooper, gracias a su madre que escuchó el relato en una reunión de jubiladas. Hooper, que ya tenía ciertas conexiones en el mundo del cine, a pesar de no ser demasiado reconocido aún se la acercó los hermanos Weinstein e incluso el actor Geoffrey Rush quiso formar parte del proyecto.
Y así, como un cuento de hadas comienza, El Discurso del Rey. Hooper, que ya venía obteniendo reconocimiento gracias a algunas películas y miniseries para televisión (John Adams, Longford, Elizabeth I) se hizo notar hace un par de años en cine gracias a la película The Damned United (acá se puede encontrar en DVD como El Nuevo Entrenador), sobre la historia real del entrenador que sacó campeón al Leeds United 30 años atrás, cuando estaban en su peor momento futbolístico. También había tenido buenas reseñas un film Indie que hizo en Estados Unidos con Hillary Swank, Red Dust, su ópera prima, que lamentablemente no tuvo mucha difusión.
Lo que queda claro es que Hooper es un director que está para grandes cosas. Todas sus obras son biografías o películas históricas, de esas que se llevan todos los premios. Por supuesto, hay que saber hacerlas bien, ¿pero existe una identidad cinematográfica detrás?
Admito que todavía no vi las anteriores obras de Hooper, aunque varias veces estuve tentado por ver The Damned United.
El Discurso del Rey me hizo suponer que se trata de un director de la buena vieja escuela inglesa. Un hombre capaz de convertirse en un David Lean contemporáneo si se lo propone. Elegante en su tratamiento, con influencias del teatro, visualmente atractivo, prefiere los planos secuencias, las escenas largas con planos fijos y no un montaje videoclipero como sus contemporáneos Guy Ritchie o Danny Boyle. Estamos sin duda frente a un hombre que se crió viendo cine de autor. La elección de decorados con paredes infinitas, lentes con gran profundidad de campo, (mérito compartido con el director de fotografía Danny Cohen), angulaciones picadas y contrapicadas, manejo de grúa en interiores, demuestran una gran influencia visual de Orson Welles. Las escenas más intimistas entre los protagonistas parecen sacadas de un film de Laurence Olivier, y no parece casual que Lionel Logue cite, lea e interprete a Shakespeare continuamente. El extremo clasicismo de Hooper detrás de cámara es elogiable y siempre me entusiasma que cineastas relativamente jóvenes revean la historia del cine para construir sus obras.
El problema de El Discurso del Rey es que el guión de David Seidler, es demasiado convencional, correcto y previsible.
Sí, los personajes de Jorge y Lionel están muy bien desarrollados, pero el resto de los secundarios son demasiado superfluos. Las escenas donde Lionel debe entrenar a Jorge, son las más interesantes, ya que tanto Seidler como Hooper le aportan una calidez y humor típico english que permiten que el relato se escape del melodrama y la solemnidad, que se infiltre una buena dosis de ironía en mostrar como un príncipe o rey se debe “rebajar” en categoría social para ir a la zona más industrial de Londres para tomar clases de locución, metiéndose en diminutos ascensores, y viéndose “burlado” por un australiano que ni siquiera tiene título médico y fracasa cada vez que asiste a un casting para una obra de teatro.
La primera hora, de hecho, es por demás interesante e irónica. Lionel no puede interpretar a un rey “deforme” como Ricardo III pero debe entrenar a un verdadero aspirante a la corona que tiene una “enfermedad” física. La precisión en la interpretación, el meticuloso trabajo físico y emocional, del gran y versátil Colin Firth (merecido ganador de todos los premios) se enfrenta con la simpática, natural, ágil performance de un notable Geoffrey Rush que no oculta sus influencias clownescas. En estas escenas juega un rol fundamental el acompañamiento de Helena Bonham Carter que se desenvuelve con gran tranquilidad por el escenario con un personaje que, lamentablemente, no tiene tanto desarrollo como el que tienen ambos protagonistas, pero la categoría y madurez interpretativa de la esposa de Tim Burton, le aporta mayor verosimilitud al relato. También es divertida la crítica a la influencia de la figura eclesiástica dentro de las monarquías. Cada escena en la que se enfrentan Jorge o Lionel con el Arzobispo son un lujo gracias a la interpretación del GIGANTE, Derek Jacobi.
Sin embargo, cuando la historia se empieza a centrar en el “drama familiar”, la muerte del rey (5 minutos maravillosos de Michael Gambón), la abdicación de David (muy bien Guy Pearce), la película toma un tamiz telenovelesco que le dan un perfil más cercano a las biopics con pretensiones emocionales que se realizan para televisión, que al interesante relato épico, pero centrado en personajes y actuaciones que venía llevando. Esta vuelta narrativa sirven para que los protagonistas se reconcilien y al fin el rey pueda dar su discurso.
Aun con esta media hora de más, la película retoma el ritmo y la ironía en sus escenas finales, y por lo tanto el resultado final es bastante agradable.
Con un perfeccionista trabajo de arte, vestuario, fotografía, montaje, sonido (prestar atención como suena cada espacio, muy buen diseño de ambientación), El Discurso del Rey es una película “importante”, pretenciosa y sentimentaloide, políticamente correcta, donde no se crítica ni se burla del monarca, ni la monarquía en sí (como lo hacía La Reina) o que humaniza del todo al protagonista (en las dimensiones de la María Antonieta de Coppola), pero se ubica en un terreno respetuoso, demostrando que la familia “real” debe seguir en el trono de Inglaterra, y que los reyes también tienen sentimientos (en la línea de La Joven Victoria, pero con menos preciosismo visual).
Hooper no se anima a transgredir, y así mismo le falta un poco de personalidad para salirse del guión de Seidler y demostrar un poco de rebeldía. Sí, en cuanto a reconstrucción histórica, la película contiene numerosos puntos de interés, mostrando el contexto político/social de la etapa entre guerras, el ascenso de Hitler, la amenaza de las tropas germanas en la capital inglesa, la participación de Winston Churchill (muy buena participación de Spall), etc. Pero todos estos elementos le agregan una cuota de solemnidad y frialdad, que en principio, no necesitaba.
El Discurso del Rey, es la típica película de la temporada de premios, y seguro se llevará varios. Su director es la gran promesa del Reino Unido, pero particularmente opino que todavía está un poco tímido, tartamudea a la hora de dirigir. ¿Necesitará de una fonoaudióloga para demostrar que tiene una buena voz?