Nunca me gustó Sylvester Stallone, pero debo reconocer que admiro lo que ha hecho con su carrera. A esta altura el tipo debería estar haciendo cameos, o estar protagonizando películas de cuarta directas a video tal como Steven Seagal o Jean Claude Van Damme. Pero además de músculos Stallone posee cerebro y, ante todo, siempre ha sido un hombre de negocios habilidoso. A la hora de resucitar dinosaurios con nuevas secuelas, se anotó con las meritorias John Rambo y la última de Rocky; se creó un nicho propio - el de héroes de acción de la tercera edad -, y se ha reinventado como icono de culto, sea con Los Indestructibles, o bien protagonizando pasables vehículos de acción en donde exhibe un formidable cuerpo que sería la envidia de cualquier tipo con menos de 30 años. Y eso que estamos hablando de un geronte de 66 pirulos de edad.
En ese sentido, Una Bala en la Cabeza / El Ejecutor no es lo que se dice una obra maestra; apenas llega al nivel de pastiche de acción potable, y eso es porque Walter Hill está detrás de cámaras y sabe dirigir las balaceras con un brío que pocos tienen en la industria. La historia es tonta y lineal, y sólo sirve de excusa para que Stallone rompa un par de cráneos y muestre el excepcional físico que posee a su avanzada edad. Resulta curioso que todo esto esté basado en una novela gráfica de origen francés, ya que la misma podía tener más de dos neuronas - a final de cuentas si uno demora para hacer un comic es porque pone algo de empeño en intentar ser original o, al menos, en parodiar un género en especial... cosas que en absoluto ocurren aquí -, y podía contener una cuota importante de homenajes al género, la cual simplemente brilla por su ausencia. En sí El Ejecutor no deja de ser pura rutina ochentosa, haciéndome recordar a títulos como Infierno Rojo o Cobra, filmes que servian para matar el tiempo entre todas las persecuciones, peleas y balaceras que vomitaban pero que resultaban incapaces de exhibir un mínimo de sofisticación (u originalidad) en la historia.
Quizás las mejores cosas del filme pasen por ver a Sarah Shahi desnuda (aunque sea fugazmente), y por darle la oportunidad a Jason Momoa de mostrar su costado bad ass (aquí como letal asesino que persigue a Stallone & Cía), papel en el que resulta bastante potable. Yo creo que el personaje de Momoa es mejor que el de Stallone, más salvaje y cerebral, y quizás hubiera merecido el triunfo. Sly, por su parte, tiene tanto gimnasio y esteroides sobre el lomo que le resulta imposible mover el cuello y parece un muñequito Ken pasado de anabólicos. Incluso cuando se desnuda se ve tan impresionante que pareciera que todas sus venas estuvieran a punto de explotar, reventándole la piel.
Mas allá de eso, ésta es una de bala va, bala viene, trompadas, corridas y chistes fáciles. Incluso tiene el grave problema de desmoronarse sobre el final, simplificando (y masacrando) el climax, quizás por un intento tonto de darle algo de estatura moral al héroe... el cual es (y toda la vida ha sido) un asesino egoísta y sin conciencia. Por lo demás los meritos se restringen a varios detalles anecdóticos, como el retorno al circuito de varios retirados y off shore - los que van desde Walter Hill a Christian Slater, éste último en un rol que es más nominal que útil -. Ni siquiera el villano principal resulta amenazante, aunque debo admitir que Adewale Akinnuoye-Agbaje tiene cierto salero que resulta interesante de ver. Por lo demás es rutina tolerable y hasta por momentos efectiva, liderada por un héroe de acción al cual se le pasó la fecha de vencimiento hace un par de décadas pero que hace lo imposible por camuflar su caducidad.