El emperador de Paris

Crítica de Brian Macchi - Fancinema

EN LOS SUBURBIOS

La temática histórica es un área bastante utilizada dentro del mundo del cine. En muchas ocasiones para centrarse en un acontecimiento específico y en otras, utilizando lo acontecido como contexto de la narración. Se podría ubicar a El emperador de París en este último eslabón, ya que aborda el momento post Revolución Francesa, cuando Napoleón Bonaparte es proclamado Emperador, para contar un policial que, a pesar de la época conceptual, pretende ser moderno.

El film narra la historia de François Vidocq, el único hombre que logró escapar con vida de una de las cárceles más aterradoras de Francia. Dado por muerto, aprovecha el anonimato para hacerse pasar por un simple comerciante hasta que la policía lo encuentra, pero él les propone un trato: ayudar a combatir la delincuencia en Paris a cambio de su libertad.

Desde su inicio, la película presenta una destacada recreación de época, partiendo de las vestimentas hasta los grandes palacios. No existe un detalle sin escaparse en este sentido, ni tampoco escenas confusas como para salvaguardar cierta cuestión de presupuesto. Todo aquí es exhibido como debe ser, sin mediar ningún inconveniente.

En este ambiente materializado, la trama transita de manera simple y concreta pero faltándole la potencia dramática necesaria como para que la historia atrape y cautive. Todos los conflictos son resueltos rápida y sencillamente, intentando que mediante planos destacados y una música acorde se logre transmitir cierta tensión o emoción que el film nunca logra, ya que la trama no posee estos elementos. A su vez, en el arranque se encuentra bien manejado el contraste entre ese ambiente salvaje y violento con cierta búsqueda solemne que pretende dar la película en determinadas situaciones. Sin embargo la repetición del recurso termina por agotarlo y dejándolo sin sentido.

Aunque El emperador de París pretende ser un policial de tintes modernos desde su estructura y trabajo visual, nunca llega a serlo, ya que su principal base (el guión) no es lo suficientemente sólida como para llevar a que este buen intento trascienda más allá de la mera anécdota.