La figura de Francois Vidocq ha sido llevada al cine una decena de veces, siendo una de las más conocidas la que encarnó Gérard Depardieu, hace casi 20 años.
Quien ahora lo interpreta en El emperador de París es Vincent Cassel, a quien el realizador Jean-Francois Richet (primer film que se estrena en Argentina) dirigió en tres oportunidades.
Vidocq fue un legendario famoso ladrón, que se evadió varias veces de la cárcel. De hecho se lo ve al principio cuando otros reclusos lo reciben en un barco-prisión con un irónico “bienvenido a bordo”. Allí conoce a Nathaniel de Wanger (August Diehl, visto en la nueva de Malick en Cannes) y juntos escapan.
Es necesario ubicarse temporalmente en la historia, ya que estamos a principios del siglo XIX en momentos en que Napoleón acaba de coronarse Emperador, a sólo quince años de la Revolución Francesa.
Vidocq adoptará una nueva personalidad como un mercader de telas inglesas en Paris. Conocerá a la joven Annette (Freya Mayor), con la que convivirá por un tiempo pero será detenido y acusado de un crimen que niega haber cometido.
Allí comienza otra historia (real) ya que, luego de otro escape y captura, negocia su libertad a cambio de una cooperación con la policía. Y las cárceles se van llenando, gracias a “su colaboración”, con malandras y ex compañeros de prisión.
Entre lo más interesante y logrado del film está su disputa con Nathaniel, quien en algún momento le dice que ambos son “los emperadores de Paris”; algo que, como el título insinúa, no es lo que él piensa.
También son interesantes varios personajes secundarios, que corporizan buenos intérpretes. La atractiva Olga Kurylenko es la baronesa Roxanne de Giverny, quien por su cercanía con las autoridades le ofrece conseguirle la “gracia” o perdón definitivo. Patrick Chesnais es Monsieur Henry, cuyo único desvelo parce ser conseguir que le otorguen la Legión de Honor.
Pero las palmas se la lleva Fabrice Luchini, quien encarna a Joseph Fouché, un tremendo personaje histórico que, como pudo verificar este cronista recientemente, es (insólitamente) casi desconocido por los jóvenes franceses en la actualidad.
Fouché fue Ministro de Policía de Napoleón I (Bonaparte), pero antes participó en la revolución de 1789, contribuyendo a que Luis XVI fuera condenado a la guillotina, al igual que Robespierre algunos años más tarde. Su tremenda habilidad para “darse vuelta” y quedar bien con el gobierno de turno (o sea, para la política) hizo que sucesivamente fuera “royaliste”, girondino, jacobino, defensor del Imperio napoleónico y finalmente (otra vez) de un rey, Luis XVIII.
Stefan Zweig escribió la más famosa y lograda biografía (Fouché, el genio tenebroso), pero también Balzac en La comedia humana (Vautrin) y Victor Hugo en Los miserables (Jean Valjean) se refieren a esta figura que tan bien ilustra Luchini. A destacar finalmente la esmerada ambientación, el vestuario y los decorados que logra Richet de París, tal cual era hace casi dos siglos atrás.