La figura de Eugène-François Vidocq es, en Francia, casi tan legendaria como un Al Capone o un Robin Hood. Toda una leyenda en los bajos fondos parisinos, este criminal y escapista evadió las grandes penitenciarías del país durante el imperio de Napoleón hasta que se convirtió en un informante de la Ley para conservar su libertad. Eventualmente se volvió mucho más que un simple soplón y su leyenda ha pasado a la posteridad por ser un pionero en el campo de la criminología, además de inspirar con su vida a autores como Honoré de Balzac y Edgar Allan Poe para sus escritos y personajes, y una cantidad considerable de adaptaciones en cine y televisión. La adaptación más reciente es El emperador de París, dirigida por Jean-François Richet y protagonizada por el siempre omnipresente Vincent Cassel, en una amalgama resultante entre el policial y el drama histórico que no termina de hacerle honor al recordado personaje.