Jean-François Richet, director de la remake de “Assault on Precinct 13”, es en el encargado de llevar a la pantalla grande un nuevo retrato sobre Eugène François Vidocq, un criminal devenido en ayudante de la policía cuyo objetivo es el de recuperar su libertad. La figura histórica de Vidocq sirvió de inspiración para grandes autores como Víctor Hugo y Edgar Allan Poe.
Un personaje llevado a la pantalla grande en más de diez ocasiones e interpretado por grandes actores como por ejemplo Gerard Depardieu, representa un verdadero desafío para cualquier artista. Como es de esperar, Vincent Cassel logra componer un rol más que acertado en esta libre adaptación de los acontecimientos que rodean al criminal y escapista francés que se dedicó a combatir a sus pares.
El largometraje nos sitúa en medio del imperio napoleónico, donde François Vidocq, el único hombre que ha conseguido escapar de las más grandes penitenciarías del país, es una leyenda de los bajos fondos parisinos. Dado por muerto tras su última gran evasión, el ex-presidiario intenta pasar desapercibido tras el disfraz de un simple comerciante. Sin embargo, su pasado lo persigue, y después de ser acusado de un asesinato que no ha cometido, le propone un trato al jefe de policía: se une a ellos para combatir a la mafia, a cambio de su libertad. A pesar de sus excelentes resultados, provoca la hostilidad de compañeros del cuerpo así como del hampa, que ha puesto precio a su cabeza.
La propuesta del director francés es más que atractiva y se luce por el excelso diseño de producción, el logrado vestuario y todo lo que respecta a la reproducción de la época. Quizás los problemas que maneja la cinta se den en el ámbito narrativo, donde este personaje histórico es retratado como una especie de héroe incorruptible y casi sobrehumano que se antepone a cualquier barrera que se presenta en su camino. Al final termina siendo más un thriller de acción que un drama que apela a la rigurosidad histórica. Todo esto hace que por momentos, la historia presente cierta diferencia en los tonos que se le busca dar a la narración, pasando del drama a la acción y a la violencia desenfrenada sin ningún tipo de transición o reparo.
Es como que todo el conjunto de elementos que busca aglutinar la película hacen que esta se convierta en algo caótico y bastante heterogéneo dejando de lado ciertos aspectos del personaje real que hubieran sido interesantes de retratar en la pantalla grande.
En síntesis, “El Emperador de París” es un film entretenido y bien actuado que se destaca por sus proezas técnicas y estéticas más que por una narrativa fresca y novedosa. Un relato que tampoco se destaca por su veracidad histórica sino por ser un divertimento pasajero envuelto en una superproducción gigantesca.