Un niña, una portera y una puerta misteriosa
“Renée: podemos ser amigos, y todo lo que queramos”. De Ozu a Madame Michel.
Paloma, es una especie de niña prodigio, que con sólo 11 años ha tomado una decisión, en un mes cuando llegue su cumpleaños se quitará la vida. “La muerte no puede ser algo tan trágico” enuncia con su voz en off que acompaña todo el metraje. Sin embargo, su vida burguesa en un edificio de lujo en París le tiene guardada varias sorpresas. Su padre es un funcionario de gobierno en problemas, tiene una hermana adolescente conflictuada y una madre depresiva a la que solo parece importarle sus plantas, con las que habla todos los días.
Con ese panorama, Paloma, decide registrar con su cámara filmadora su vida y el mundo que la rodea como niña (aunque muchas veces parece más un adulto escondido bajo su forma) al mismo tiempo que dibuja en su pared cuadrados que parecen simbolizar los días de un calendario. El último de ellos, es todo negro.
Como un film en paralelo, y aquí reside la habilidad de la directora debutante Mona Achache, se encuentra Madame Michel, la portera, la típica “concièrge” francesa, con el departamento en planta baja a un costado del hall principal. Atenta y cortés, pero siempre malhumorada.
Cuando un nuevo vecino llega al edificio, un japonés de apellido Ozu –un homenaje velado al genial director nipón (*) que retrató como nadie los amores y conflictos de las familias orientales en los `40 y `50 y del que se proyectan tramos de uno de sus films más famosos Las Hermanas Munakata– las historias de Paloma y de Madame Michel comenzarán a cruzarse. Occidente y oriente parecen darse la mano aquí.
Renée tiene una afición, la lectura, y dedica su tiempo libre a leer en una habitación donde sólo hay lugar para los libros que ama. Guarda celosamente ese secreto.
Marguerite Yourcenar decía que las grandes obras, sus palabras y párrafos están unidas por un hilo invisible. No se puede ver, pero está ahí, sosteniendo toda aquello que, en este caso, todo amante del cine percibe, ve y siente en una butaca: ese lugar donde cualquiera puede ser otro, donde las lágrimas aparecen cuando la muerte se toca tanto con la vida. Porque: “es trágica la muerte, sí significa que no podrás ver más a las personas que amas, ni ellos a ti”
“El Encanto del Erizo”, entonces, con sus excelentes actuaciones, con todo su devenir y con su final redentor, conmueve con las armas más nobles. Cine francés “en pleine forme”.
(*) Yasujiro Ozu (1903-1963) considerado el mejor director que dio Japón y entre lo más importantes del cine mundial. Su plano característico era el filmado a casi un metro del suelo, imitando a la visión que tiene una persona desde un “Tatami”. Realizó más de 50 películas en sus escasos 60 años de vida. La muerte lo encontró en el pico de su fama, ayudada por un reconocimiento que en 1961 le realizó el Festival de Berlín.