Tras su presentación en la competencia Vanguardia y Género del BAFICI 2018, se estrena en el Gaumont esta propuesta experimental -con tanto o más énfasis en el sonido que en las imágenes- a cargo de estas dos directoras que ya habían participado en 2011 en el proyecto colectivo de Teoría de cuerdas. Una propuesta extrema, realmente de vanguardia ¿Un documental? ¿Una búsqueda del sonido en la ciudad o más bien de diversos ruidos? ¿La creación de un largo de 61 minutos que podría haberse realizado como un corto o disminuido su duración? Aquello que arranca con sonidos de la ciudad, de una obra en construcción con un cielo prístino y un avión que corta esa imagen y agrega su sonido, pasa a unas sillas autónomas, que con un mecanismo de rueda comandada a distancia realizan giros irregulares. De ahí el film gira y busca sonidos en unos globos que al inflarse y desinflarse generan nuevos ruidos, que hace pensar en los instrumentos informales del grupo Les Luthiers. Ahí aparece lo humano manipulando diversas maquinas mecánicas, como viejas consolas de vinilo que al girar chocan con vasos y demás para generar mas ruidos. ¿Existe una uniformidad? No, no la hay, solo una búsqueda de un sonido, siempre saturado e irregular, que se va fusionando con la imagen, y las luces, entrando a unas bandas que reinterpretan un viejo disco. La propuesta de las directoras Luciana Foglio y Luján Montes -artistas creando música experimental en un formato que se aleja obviamente del documental clásico y sin diálogos- no deja de ser interesante, pese a la duración mencionada. La ciudad y la noche pueden ser un mundo a descubrir con una cámara y haciendo un foco que no permite definir en la primera mirada qué es lo que existe, de dónde y por qué aparecen esos sonidos.
El hecho tan fortuito como trascendente de encontrar en un volquete un baúl con decenas de partituras de una vieja big band merecia un buen documental y la directora Peri Azar aquí lo logra con creces. Su film arranca con una demolición, una obra llena de bolsas de concreto similar a la que en 2000 fue a parar ese baúl con la batuta y las creaciones del director Héctor Lomuto y su Gran Orquesta. La llegada del longplay, la masificación del tocadiscos, el rock y sus bailes -la nueva música de moda desde fines de la década de 1950 e inicios de la de 1960- malograron a las big bands de jazz que se presentaban en los clubes y cuyas actuaciones se trasmitían desde espaciosos estudios como los de Radio El Mundo, siempre con público presente. También se cuela en el film el dato de que cierto entendimiento de Lomuto con el peronismo determinó su caída en el olvido luego de la Revolución Libertadora. A la manera de Café de los Maestros, Peri Azar buscó a los herederos de aquellos músicos (los integrantes llegaron a ser 18) para retomar algunas de esas partituras. Acierta con los ensayos para volver a presentar la orquesta y las voces, mientras por recuerdos de los hijos y otros familiares (sumados a coleccionistas y aficionados) surge la fuerte veta nostálgica de un tiempo que fue hermoso y puede terminar junto a los escombros. Por suerte, Azar -la vecina y la directora- estuvo allí para rescatarlo. Un film musical para salir bailando.
Jóvenes que hablan sin pasión y sin fuerza. Que no pueden tomar una decisión por si solos sin recurrir a una consulta por WhatsApp a otro que está tan perdido como ellos. Y, para colmo, se ponen a cantar a capela –a veces mejoran con la aparición de la guitarra– temas que podrían llegar a explicar algo de lo que pasa en este film que transcurre durante una sola noche de ronda en una Buenos Aires al parecer veraniega. Francisco acaba de terminar con una novia (o ella de terminar con él) y tiene la noche por delante en soledad, ya que su hermano y amigos tiene sus propios planes. Se le ocurre entonces la idea de buscar a Paula, una chica de la que siempre gustó, según sus amigos. Pero, mientras intenta aparecer de lo mas relajado al proponerle verse por un mensaje de voz que termina anulando sistemáticamente, la “acecha” por Facebook tratando de ir hacia el boliche donde ella está etiquetada, entre otros lugares. Pero el camino hacia Paula no será tan fácil, habrá distracciones, llamados de emergencia, un partido de fútbol y otras sorpresas. Igual Francisco dirá constantemente que “está apurado”. El director Lautaro García Candela, que realiza una pequeña aparición en su film, obtiene algunos momentos interesantes en la historia al insertar ciertas subtramas, como un guía que explica el origen del Colegio Nacional Buenos Aires u homenajes cinéfilos como el de Los guantes mágicos, entre otras, pero que no terminan de cuajar en una película que parece no definir cuál es la historia a contar. El apuntado tono de los diálogos entre los personajes parecía ser en principio un recurso buscado, pero se desmorona cuando dos mujeres aparecen hablando “normal”, como cualquier persona que va a comprar algo al kiosco. Existe como yapa una critica solapada a estos tiempos políticos, ya que los amigos aparecen en un local partidario del Frente para la Victoria. ¿Será por ello que en cada comentario de la radio que se escucha en el auto –otro personaje de la película– aparecen cifras sobre la crisis, la nula reactivación económica y la inflación?
Este documental de denuncia tiene como mérito tomar como eje el juicio oral que se realizó en Santiago del Estero por la muerte de un joven militante para luego describir las desventuras y esperanzas de una comunidad de campesinos agrupada principalmente en el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), también coproductores del film, que defienden su tierra ante el avance de los denominados “agroasesinos” que pueden ser tanto terratenientes como otros miembros de la comunidad que se apropian de los recursos que no les son propios. El joven Cristian Ferreyra fue asesinado al parecer por un capataz bajo las órdenes de un terrateniente que domina el lugar y quiere apropiarse de esas tierras acechando y presionando a los lugareños. En su ópera prima, el documentalista Martín Céspedes presenta el juicio oral y sus implicancias en la comunidad y el MOCASE, que no solo participa sino que intenta también ser querellante –son particularmente desgarradores los testimonios de la madre de la víctima y el resto de su familia– y despliega toda una gama de recursos para sin voz en off reflexionar sobre cómo se vive en esos improvisados ranchos, donde carnear a un cabrito delante de un niño parece tan natural como descubrir un panal o construir un dique. Los líderes participan con sus proclamas ante la comunidad para hacerles ver cuán importante es la participación en el juicio y cómo presionar para que el poder económico y político no salga ganando como usualmente ocurre. La película logra con un gran trabajo de montaje exponer esas charlas y reuniones, y retratar el espíritu de lucha donde no se salvan ni los estudiantes, ni ningún otro que se acerque por conveniencia. Son particularmente sensibles los planos de bostezos y aburrimientos en varios en el juicio en un improvisado galpón en la ciudad de Monte Quemado. ¿A quién le importan estos martirios e injusticias? ¿Cual será el destino de estas y de otras comunidades? La resolución del juicio no parece dar demasiadas respuestas, pero por suerte existe este tipo de films para dejar un valioso testimonio.
Cuando el cine juega a la experimentación Cine experimental ultra-radical. Experimento audiovisual con imágenes del Hombre surcado por el paso del tiempo, por su relación con la Naturaleza, con la Ciencia y el Cosmos. Once directores se animan a diversos géneros en un extraño e interesante film. Ernesto Baca, hacedor de Samoa, oficia aquí de productor junto a Jessica Blanco y presenta estos capítulos donde se fusionan material de Internet, found footage y VHS, entre otros. La música realizada por el artista sonoro Gustavo Esnaola Moro funciona a manera de unión de cada uno de estos retazos experimentales. Se destacaron los remixados VHS de una reunión en una quinta familiar -con esos colores saturados de las viejas filmadoras- y una especie de operación a ojo abierto, que puede inquietar a más de un espectador, en una forma de reinventar la famosa escena de Un perro andaluz, de Luis Buñuel. Recomendable para los que buscan lo realmente extremo. (Esta reseña fue publicada tras su presentación en la sección Cine del Futuro del BAFICI 2011) Nota: A lo presentado oportunamente en el BAFICI se le suman cuatro nuevos artistas visuales, Melisa Brito Aller, Valentina Cuello, Santiago Davico y Josefina Muslera, seleccionados a partir de la convocatoria abierta en el mes de diciembre pasado. Entendiendo el estreno como una oportunidad de apertura y expansión, se tomó la decisión de sumarle un nuevo episodio a cada función.
Los golpes de la vida Ironía del destino es que haya tenido que ser un austriaco el que retrate de muy buena manera a la Ciudad de Buenos Aires y al conurbano. Jakob Weingartner realizó un posgrado sobre documentales en la FUC y, como parte de esa práctica, quiso buscar una historia sobre la gente de bajos recursos económicos que no se victimizara. Lo encontró, según comentó en las funciones del BAFICI 2012 -donde siempre debatió con el público- en el boxeo, un deporte donde se le debe “pelear” a la vida. El film se adentra en un gimnasio, tan decadente como profesional, del barrio de Constitución, justo debajo de la estación de trenes, donde se entrenan varios pugilistas, tanto los nóveles como algunos que han triunfado en sus categorías. Al mismo tiempo, recorre la vida de esos protagonistas de carne y hueso: sus luchas, sus familias, sus orígenes, etc. No olvida mostrar el peligro que confiere esa actividad, en la experiencia de uno de ellos, que en un accidente durante una pelea tuvo un coágulo en el cerebro que casi lo mata. El documental llega a mostrar cómo él lucha, junto a una abogada, por los derechos de los boxeadores, por la posibilidad de acceder a una obra social, entre otras causas. Un mundo tan fascinante como injusto -en varias oportunidades, como cuando un campeón relata que solo ganó 2.000 pesos por la pelea en que triunfó–, tan lejano como cercano, lleno de anécdotas sobre ascensos y caídas.
Esto También es la Argentina. “Elefante Blanco”, seguramente será considerada una de las películas más interesantes del cine nacional de los últimos años. Ante todo es incómoda, no hay manera de salir del cine tranquilo, sino más bien angustiado por toda la temática que trata sus casi dos horas de metraje. Después de una carrera sostenida en el tiempo, y que va avanzando en riesgo y en apuesta, el director argentino Pablo Trapero –con el tándem de su mujer productora y actriz Martina Guzmán– obtuvo con “Leonera” y “Carancho” (también con Ricardo Darín de protagonista) el reconocimiento internacional, siendo ya un abonado a Cannes, donde por estos días está presentando su filme. “Elefante Blanco” es llamado el esqueleto del edificio abandonado en Lugano, que habría sido el hospital más grande de Latinoamérica, y gobierno a gobierno, fue abandonado y dejado a su suerte, mientras era ocupado por familias de bajos recursos que a su alrededor fueron creando un asentamiento, que hoy es una gran Villa. Es allí donde va a parar Nicolás, un cura extranjero (interpretado por Jeremie Renier, el actor fetiche de los filmes de los hermanos Dardenne, los directores belgas más famosos del cine-arte) que luego de sobrevivir a una masacre en el amazonas –donde la trama ya comienza su escalada de violencia– termina siendo rescatado por Julián (Darín) el cura que tiene a su cargo el Elefante, y la tarea de evangelizar la Villa y alejar a los chicos de la droga. Al igual que Nicolás, el espectador, llegará como un total extraño al lugar, y lo irá descubriendo en planos secuencias que Pablo Trapero, va utilizando mientras los estables del lugar (tanto Julián como Luciana, la asistente social en la piel de Martina Guzmán) dan un poco cuenta de cómo ese sitio terminó siendo lo que es al día de hoy. Puede haber en este intento, una pequeño dosis de tono pedagógico que pronto el relato, para bien de la cinta, abandona. ¿Pero qué existe en la Villa, aparte de familias trabajadoras que intentan salir adelante? Todo un mundo de violencia, donde bandas de narcotráfico se enfrentan día a día. El filme, en este aspecto es muy crudo –más de lo que ya era “Carancho” como cuando con un fierro el abogado partía la pierna de una “víctima” – y generará un rechazo en el espectador muy fuerte. No es fácil ver, todo lo que Trapero tiene para mostrar. Eso también es la Argentina, pero posiblemente sea la primera vez desde la ficción, que se haya filmado de esa manera. Trapero contó, no sólo con la ayuda de los lugareños, si no también, de la policía, para las escenas híper-realistas de los enfrentamientos de los villeros con la ley de afuera, ya que allí adentro, corren otras leyes como bien se verá. Posiblemente sean demasiadas las subtramas que el filme plantea y tira en la cara del espectador, como la sangre que se derrama; desde el recuerdo al Padre Mujica, hasta las implicancias sociales y políticas, pasando por historias de amor prohibido, enfermedades y destinos inciertos. También resulta una película muy extraña desde el lado político, ya que así como Trapero se mete con la jerarquía eclesiástica, mostrando la diferencia de estar en la cúpula que en el barro del día a día, se nombra a los punteros políticos al pasar, pero nunca se lo muestra, ni se señala cómo actúan. En ello “Elefante Blanco” es un filme que denuncia –y bien fuerte que lo hace– pero no se mete con el poder concreto que no hace demasiado para modificar algo de lo que allí, como en tantos otros lugares, ocurre. (será este un “aporte” de los guionistas de “El Estudiante”, que son co-responsables del guión de “Elefante Blanco”?) Con estas luces y sombras, el nuevo filme de Trapero, un director al que el responsable del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, ha pregonado por sobre todo el cine argentino, ha logrado su filme más crudo, directo, y complejo. No es poco. Unite al grupo Leedor de Facebook y compartí noticias, convocatorias y actividades: http://www.facebook.com/groups/25383535162/ Seguinos en twitter: @sitioLeedor Publicado en Leedor el 18-05-2012
Ver una película con una estética e impronta como si hubiese sido realizada hace 25 años (aunque se filmó hace 5) es realmente una experiencia extraña. Si a eso se le agrega que el filme está basado en un famoso libro de un autor muy importante como es Andrés Rivera, más todavía. No es otra que La Revolución es un Sueño Eterno, basada en la novela homónima y con un tono de impostación, de importante recitado. El director Nemesio Juárez, que vino a presentar la película -que pasó por largas postergaciones, falta de apoyo y de dinero, problemas de producción y varias cosas más- hizo hincapié en el esfuerzo que supuso por un lado: realizar un guión basado en una novela, que según el modo de escribir del gran Andrés Rivera, es un diálogo interior de uno de los olvidados de la Revolución de Mayo, Juan José Castelli (como el autor también se propuso con El Farmer sobre los días de exilio de Rosas en Inglaterra). Por otro lado, Juárez, se refirió al trabajo con los actores; Lito Cruz, que a Castelli le da una impronta muy especial, con un tono de voz que se pierde al final de las líneas (el prócer olvidado tenía un avanzado cáncer en la lengua) y logra así ser lo mejor de la película. Lo secundan Juan Palomino, Adrián Navarro y Luis Machín entre otros, como Bernardo de Monteagudo, Mariano Moreno y Manuel Belgrano respectivamente. Todos están muy bien en sus papeles; la impostación buscada (como esas viejas películas importantes, es lograda). Sin embrago, tanto esfuerzo queda un poco opacado por la estética tan poco moderna, los impresos explicativos sobre las fechas en un fuerte rojo sangre y una coloratura apagada, sumado a ciertos personajes cuyas voces fueron agregadas con posterioridad. A su vez (y este es un comentario que da para largo y para un mayor análisis que excede a estas líneas de un festival) es de extrañar que un filme que pretende contar como un grupo de personas pensaron la revolución y entregaron sus vidas en ello en contra del poder, primero el de España, luego contra la oposición interna que no les permitían avanzar (si lo habrá padecido Mariano Moreno, víctima del primer asesinato político de la historia argentina; "Se necesitó tanta agua para apagar tanto fuego" dicen que habría dicho Saavedra) sea financiada en parte por "San Luis Cine", que es un fondo que supo tener 25 millones de pesos de presupuesto, de una provincia manejada casi como un feudo por un grupo familiar que no deja de alternarse en el poder. Pero dejando esto por un momento de lado, según palabras del director, al parecer Andrés Rivera estuvo satisfecho con el filme y con los agregados de batallas (filmadas con muy poco presupuesto pero con oficio) y de "escenas" y "diálogos" de las que la novela carecía.
Gris, el color de París. Denis confiesa directamente haber copiado para este film al genial director japonés Yosujiro Ozu. No son casuales entonces las vías del tren que se bifurcan. En otro homenaje a Ozu menos abordable como “Café Lumiere” estaban más que presentes. Claire Denis, invitada especial al BAFICI en el 2009, vino con dos películas, “35 Rhums” fue una de las delicias de ese festival. El próximo 10 de mayo se estrena exclusivamente en la Sala Lugones. Con varios puntos de contacto con su film de 1999 “Bella Tarea”, no tanto en su argumento sino en el desarrollo de los mismos. Esa manera francesa tan pausada de relatar lo cotidiano, donde todo ocurre casi sin darse cuenta y el espectador va sabiendo sobre los personajes de a cuenta gotas, por una frase dicha al pasar, por una carta, por algo pequeño… Lionel, ya cercano a jubilarse como conductor de trenes, y su hija Josephine tienen una relación tan cercana y tan marcada por la vida, que los separa y diferencia de los demás. Gabrielle, enamorada de él los “acecha” de cerca y Noé, otro vecino joven, aspira a entrar definitivamente en la vida de Josephine. París, es bella, pero al mismo tiempo fría y gris en “35 Rhums”, no por nada, Prevert dijo que “gris es el color de París, el color de la inteligencia y la melancolía”. En los suburbios, mirando desde las ventanas a las mismas vías por donde Lionel transita, ocurre gran parte del metraje. Ellos son de raza negra y son parte de Francia pero al mismo tiempo se sienten extranjeros. El título refiere a una anécdota de los 35 pequeños tragos que sólo en casos especiales Lionel toma, contados uno a uno sobre la barra del bar. Denis logra la poderosa virtud del buen cine que con pequeños gestos y estados de ánimo transmite no sólo una gran potencia si no que se reserva hasta la posibilidad de un final redentor. Publicado en Leedor el 2-04-2009
Después de ser premiada en el festival de San Sebastián y con estreno anunciado para el próximo mes de agosto, se presentó en calidad de premiere “Cerro Bayo”, la ópera prima de la talentosa Victoria Galardi, que anteriormente había realizado en tándem con Martín Carranza “Amorosa Soledad”. En esta oportunidad Galardi cambió de registro y se internó en un pueblo chico que, como dice el refrán, puede ser un infierno grande. Aunque la propuesta en nada tiene que ver con el terror sino con la vida de anécdotas pequeñas que se da en una comunidad de pocos habitantes al borde del Cerro Bayo, donde todos se conocen. La directora es oriunda de Neuquén y demuestra conocer con su firme guión todos los recovecos de la comunidad: desde los vecinos que alcanzan en el camino a un joven soldado de un puesto de vigilancia, pasando por los concursos de bellezas comunitarios para el elegir a la reina del Cerro hasta los repetidos comentarios sobre el clima. Todo comienza cuando Juana Keller, la abuela de una familia tipo se intenta suicidar. Prende el gas y se deja morir. La drástica decisión se ve interrumpida cuando es salvada por una de sus hijas que vive en el pueblo. Juana queda en coma provocando y moviendo toda la trama. Su otra hija (Verónica Llinás en un excelente papel) viaja desde Buenos Aires por la triste noticia. Ese re-encuentro con su hermana y la familia, y su complicada situación económica sumado al misterio generado por una supuesta ganancia en el Casino de su madre, hará estallar los más oscuros sentimientos e intereses de los “aún” no deudos. Victoria Galardi se presenta como una excelente directora de actores –declaró en la conferencia de prensa que el trabajo previo y los ensayos con su equipo es lo que más disfruta – ya que no existe ni un pequeño personaje que no esté bien en el film. Nada desentona, todo funciona como una pieza de relojería. El drama que vive la familia es matizado con pequeñas dosis de humor, rayano en lo absurdo, que hacen llevadera una trama que por lo pequeña podría haber caído en el costumbrismo y la pesadez. Mención especial nuevamente para Inés Efrón, la joven actriz de “XXY” se destaca en su rol de una chica cuya aspiración es ser elegida Reina del Cerro. Sus inseguridades y las conversaciones con su hermano (Nahuel Pérez Biscayart) cómplice de sus pedidos resultan conmovedoras en su visión fraternal de la vida. De los intensos 86 minutos deben destacarse dos momentos musicales. Una escena en cámara lenta del tema “Elephant Gun” del grupo “Beirut” donde toda la fuerza e intensiones del personaje de Llinás son desplegadas. Y la composición “Arioso” de Johann Sebastian Bach interpretado con guitarra por un grupo brasileño que vive en Nueva York llamado “Trio Da Paz”, cuando la acción transita el camino que conduce al Cerro que da título a la historia. “Mientras la filmaba escuchaba esa música” declaró la directora.