Vidas extraordinarias.
En la comuna 7 de París, un elegante condominio cerca de la Torre Eiffel sirve de escenografía para ilustrar vidas en apariencia comunes y extraordinarias en sus profundidades. Renée es su portera, una empedernida lectora de filosofía; y Paloma es una residente de 11 años, crítica a ultranza del mundo de los adultos. Esos son los personajes principales de la adaptación del best-seller de Muriel Barbery y los encargados de poner en funcionamiento la metáfora del erizo, un animalito con espinas que luego de domesticado no pincha. Aquí las púas de Renée son su desaliño, su soledad y la negación del futuro, y las de Paloma su cruel inteligencia, una cámara de video y su escepticismo cuasi suicida. Pero como en el erizo son formas de repeler a los otros mientras ayudan a esconder la necesidad de ternura y comprenisón.