Ensayo para una muerte sin dolor
No es un dato menor que detrás de El encanto del erizo aparezca el nombre de una profesora de filosofía y escritora best seller como la francesa Muriel Barbery. Tanto lo filosófico como lo literario definen el micro universo en el que se desarrolla la trama de este film, dirigido por Mona Achache y protagonizado por Garance Le Guillermic en el rol de Paloma, Josiane Balasko interpretando a Renée, Togo Igawa componiendo al personaje de Kakuro Ozu, completando el reparto Ariane Ascaride, entre otros.
En primer término convendría repasar algunos conceptos de filosofía como el de Nihilismo para comprender más acabadamente el comportamiento de Paloma, quien a sus 11 años decreta que a los 12 cometerá el acto de suicidarse, sumergida en un desencanto del mundo que la circunda.
Durante la transición hacia ese momento final filmará con una cámara de 16 milímetros una suerte de documental artesanal donde expondrá cruelmente su crítica hacia su propia familia (típico exponente de la burguesía francesa) y por otro lado intentará penetrar en la coraza que recubre la personalidad de Renée Michel, la portera malhumorada del edificio, ubicado en pleno corazón de París.
Renée vendría a representar lo que a los ojos de Paloma (téngase en cuenta que el punto de vista es el de esta niña cerebrito) encajaría dentro de la definición de ser un erizo; es decir, que por fuera exhibe sus afiladas puntas para alejarse de los demás pero por dentro esconde una gran sensibilidad y mirada profunda sobre el mundo.
La diferencia entre ver y mirar es muy sutil pero lo suficientemente significativa como para pasarla por alto en el caso de este film, porque cuando uno ve no sólo reconoce al otro sino que se reconoce a sí mismo en la mirada ajena. Y eso es precisamente lo que experimenta Paloma al tomar contacto primero con Renée y luego con el vecino Ozu, recién llegado a este edificio donde todos los habitantes parecen mirar y no ver a quienes los rodean, empezando por la propia portera.
Decía anteriormente que la película gozaba de una capa filosófica que la resignifica: el nihilismo positivo practicado por Paloma puede sintetizarse no como una negación del sentido de las cosas (definición de lo que sería el nihilismo negativo) sino como el negarse a todo lo que está determinado o establecido; a todo dogma o principio unificador como en este caso los valores del pequeño burgués. Sin embargo, como si esto no le alcanzara a la película de Mona Achache -que se inspira libremente en la novela ''La elegancia del erizo''- la alusión directa al filósofo francés Roland Barthes, quien murió atropellado por un camión de tintorería en 1980 en una broma pesada del destino, guarda relación directa con el desenlace que por motivos obvios no revelaré.
También Barthes como Paloma se obsesionaba por encontrar signos en la realidad y se oponía al estructuralismo con tanta vehemencia que lamentablemente se esfumó en ese instante en que cruzó la calle y tal vez le encontró un sentido a la vida.