Juliana (Mónica Antonópulos) y Bruno (Ezequiel Tronconi) están en pareja desde hace ocho años. Ella es una exitosa conductora de televisión; él, en cambio, no pudo concretar el sueño de dedicarse al rock, aunque es dueño de una distinguida vinería. Ella siente que ya es tiempo de ser madre; él, en cambio, tiene todas las dudas del mundo. Lo que parecía hasta entonces una relación bastante armoniosa, empieza a crujir. Las contradicciones e incompatibilidades de estar transitando distintos momentos de la vida se perciben cada vez con mayor intensidad. En medio de su confusión íntima, de su incapacidad para asumir las responsabilidades de la adultez, de un pánico que lo descoloca, ese adolescente tardío que es Bruno inicia un affaire con la atractiva empleada de su negocio (Yamila Saud) ¿Una provocación? ¿Un autoboicot? ¿Una fuga hacia adelante?
Ese es el planteo de este film codirigido por Juan Pablo Sasiaín (La Tigra, Chaco, Choele, Traslasierra) y el protagonista Tronconi. Lo mejor de la película pasa por las actuaciones, pero el conflicto central resulta bastante elemental, dominado por los lugares comunes en la exploración de la culpa y la angustia del hombre inmaduro, y con una puesta hiperestilizada (la fotografía de Eric Elizondo parece propia de un comercial de 75 minutos) que no hace más que generar distanciamiento.
Hay algunos breves pasajes en los que El encanto gana algo de intensidad emocional (como el reencuentro de Bruno con su padre cool que interpreta Boy Olmi), pero el guion coescrito por los propios Sasiaín y Tronconi es tan esquemático como previsible y ni siquiera las buenas interpretaciones pueden salvar ese material del naufragio dramático