El Bicentenario se aproxima y llega a las salas El Encuentro de Guayaquil, una película que busca ahondar en el coloquio que mantuvieron en 1822 los libertadores de América del Sur.
Amargo Desencuentro
El Encuentro de Guayaquil es el segundo largometraje de Nicolás Capelli y una adaptación de la homónima obra de teatro del historiador Mario “Pacho” O´Donnell, que tuve la oportunidad de ver en su momento aunque evitaré las comparaciones debido a que, en mí consideración, el cine y el teatro son dos medios, y por lo tanto lenguajes distintos.
El film comienza contextualizándonos históricamente y con la premisa que se contará lo que nunca se supo sobre lo acontecido en aquella ciudad, ahora ecuatoriana, el 26 y 27 de julio de 1822 entre los dos próceres más importantes de Sudamérica: el General José de San Martín (interpretado por Pablo Echarri) y el General Simón Bolivar (interpretado por el actor colombiano Anderson Ballesteros).
Durante hora y media conversarán y los flashback mostrarán por lo que estos hombres pasaron desde el comienzo de la lucha emancipadora para llegar hasta allí.
Revisionismo Estéril
En casi 200 años nadie supo lo que ocurrió en aquel encuentro entre aquellos próceres, aunque si hubo una serie de conjeturas y especulaciones generadas a raíz de cartas y por los hechos ocurridos posteriormente a nivel político y militar en la región. Lo único que se puede asegurar al respecto es que el coloquio no fue ameno y eso es quizás lo que a El Encuentro de Guayaquil le faltó explotar más.
El gran Vicente Fidel López escribió en su libro El Conflicto y la Entrevista de Guayaquil (1884) que sería “indispensable que los que hablen de la Conferencia de Guayaquil le llamen Conflicto”; y claro está que donde hay un conflicto hay un guión. Sin embargo, por más que haya conflicto, se necesita una estructura que lo contenga y sostenga a lo largo de toda la película, y es quizás en el primer acto de El Encuentro de Guayaquil donde más errores se ven en este punto.
En primer lugar aparecen unas placas proto-amarillistas que dicen que nos van a contar “lo que nunca se supo” sobre lo ocurrido, cuando se sabe que no es así. Incluso si esto fue pensado con un fin publicitario -tal es el caso de Fargo de los Coen que dicen basarse en hechos reales para potenciar la ficción- deberían haber tomado en cuenta que se estaban metiendo con uno de los acontecimientos más importantes del continente, y como mínimo todos lo estudiamos en la escuela; ergo no funciona tampoco como estrategia de promoción de la película.
En segundo lugar no hay devenir en el orden, es como que quisieron poner muchos elementos pero con una lógica extraña. Luego de las placas mencionadas anteriormente, hay una escena entre el General Arregui y otros dos militares con el único fin de presentarnos el clima político y la reunión cumbre que se avecina, pero lo inverosimil del diálogo que vemos se genera porque en una misma mesa no se tratarían todos esos temas con tanta superficialidad y de manera tan fáctica. Luego vemos la siguiente escena con un Bolivar que espera, y un San Martín que está llegando descompuesto a Guayaquil en el barco, para pasar finalmente a una secuencia de títulos en la que se cuenta la historia de Los Horacios a modo de metáfora sobre lo que está por ocurrir en el encuentro entre los próceres. En conclusión, todo tiene que ver pero se estructuró de forma disociada para comenzar con esta historia.
En tercer lugar, el encuentro será un diálogo pasivo-agresivo con flashback que mostrarán las campañas de cada uno de los próceres y algo sumamente desafortunado y amarillista como meterse en las sábanas de San Martín y en las de Bolivar. Según Nicolás Capelli, el director, el fin es bajarlos del Bronce, lo cual me parece válido, pero que camino erróneo escogió para hacerlo.
Sobre lo Técnico
El Encuentro de Guayaquil cuenta con un conocido elenco porque en su mayoría provienen de la televisión, aunque hace dudar el physique du rol (es decir las características físicas) para los personajes históricos que encarnan y el ejemplo más claro de esto es Eva de Dominici que interpreta a una mulata pero parece que estuviera pintada con corcho para un acto escolar del 25 de Mayo. Es decir, no me refiero estrictamente a las actuaciones sino a lo físico, y sinceramente no encuentro argumento para no haberle dado el papel a una actriz negra -a menos que el director sea D.W.Griffith-.
En cuanto a la fotografía se maneja todo dentro de una gama sepia, y hay más contraluces de los necesarios ya que a veces hasta resultan molestos porque se mantienen incluso cuando un personaje está diciendo algo trascendental de la trama. Sin embargo, los contraluces compiten cabeza a cabeza con la música de fondo por cuál es la que interrumpe más la narración de El Encuentro de Guayaquil.
Conclusión
El Encuentro de Guayaquil es una película en la cual uno desea que se hubiera obtenido un buen producto, una buena obra así como Revolución: El Cruce de los Andes, y más después de tantos años de trabajo, pero lamentablemente no es así. De todas formas, y para cerrar, siempre lo mejor es que si cuentan con el dinero y el tiempo vayan al cine y saquen sus propias conclusiones al respecto.