Esta políticamente confusa película sobre las vidas de los miembros de una complicada familia israelí, del director de “La visita de la banda”, tiene un muy interesante arranque pero luego se pierde en una serie de situaciones tan poco sensatas como manipuladoras.
Vista en el Festival de Cannes 2016 –se presentó en Un Certain Regard– se trata de una película complicada y problemática cuyos niveles de lectura son muy distintos para el público local (israelí) y el internacional. El primero la considera crítica de la política israelí respecto a los palestinos mientras que para el público internacional la impresión puede ser muy distinta. EL ENEMIGO INTERIOR arranca muy bien, tanto desde lo temático como desde lo formal, con unos intrigantes planos que van describiendo la situación de la familia protagónica: el padre es un militar que se acaba de retirar y al que le cuesta reincorporarse al circuito laboral, la hija empieza a mantener una relación con un joven árabe y la madre, en tanto, no tiene mejor idea que tener un affaire con uno de sus alumnos.
La situación se va complicando, las historias empiezan a entrecruzarse y, cada vez más, la película se vuelve manipuladora e ideológicamente complicada, por no decir turbia. Los agentes de seguridad desconfían de las “amistades” de la niña por lo que le piden a su padre que colabore con ellos en averiguar en qué anda su hija con resultados perturbadores. Y, por el lado de la madre, redes sociales mediante, la cosa no va mucho mejor, generando también ahí tensión y violencia, en la que participa también el hijo varón. A la vez, claro, todo “negado” por la familia que trata de mantener las apariencias de una vida normal.
Lo más interesante del filme (los desafíos formales del inicio y la línea narrativa del padre sin trabajo) se van perdiendo en pos de un relato que intenta cubrir demasiados frentes y puntos de vista pero no logra convencer en casi ninguno. Su intento por ser crítico y a la vez comprensivo, el querer “entender” un poco a todas las partes del conflicto, termina por ser confuso y un tanto banal, revelando en cierto sentido lo complejo que es comprender de forma íntegra la vida (y la política) cotidiana en Israel.