“El Escándalo” es un filme que pone al descubierto los móviles internos de una gran compañía de medios audiovisuales como Fox News. Desde el alineamiento político con el partido Republicano hasta el avasallamiento intencional a las mujeres de la empresa por parte de su GEO, Roger Ailes. Esta producción en cierto modo es un pariente lejano de una película de Frank Capra, “Smith Smith Goes to Washington” (“Caballero sin espada”, 1939), con James Stewart), aunque mucho más atrevida y obviamente más moderna.
En “El Escándalo”, con un plenamente justificado doble sentido, Charles Randolph, se sumerge con inteligencia en profundas arenas movedizas en la cuales se involucran política y sexo. Randolph es un guionista experto en tratar los temas reales y complicados (economía, juegos de azar, acoso sexual, política, etc).
Jay Roach lo secunda en un estilo semidocumental con el recurso de imágenes de archivo para ofrecer al público inmediatez, y una pincelada de veracidad a la experimentada conductora estrella Megyn Kelly (Charlize Theron, como siempre impecable en su actuación), quien en el verano de 2016 decidió secundar la denuncia de su colega Gretchen Carlson (Nicole Kidman, un tanto artificial), víctimas las dos, como muchas otras periodistas, de los reiterados abusos sexuales de Roger Ailes (John Lithgow), gerente de la empresa.
“El Escándalo” invita desde el inicio a una especie de visita guiada a las entrañas de la empresa conservadora más importante de Estados Unidos. En ese emporio mediático la apariencia debe ser impecable desde la vestimenta hasta el peinado o el maquillaje, el talento es una cuestión secundaria, si existe mejor.
Fox News cumple a su manera el sueño de la supremacía blanca, esporádicamente alguna conductora negra aparece, pero es una rara avis. Todas las conductoras son esbeltas, pulcras, elegantes, rubias de ojos azules o verdes (quien haya mirado alguna vez Fox News se dará cuenta de esta realidad). Una de las aspirantes, la joven Kalya Pospisil (Margot Robbie), lo tiene claro: esa cadena televisiva por cable ha sido siempre para su familia, en el cinturón bíblico del Midwest, un templo verdadero, y ella sólo aspira a ser una “millennian evangelista” del periodismo.
En una escena determinante de la historia las tres protagonistas, tres rubias de diferente edades y épocas, coinciden silenciosas y recelosas en el ascensor, se percibirá una especie de gélido encuentro entre dos mujeres que defienden su parcela de éxitos y la inexperiencia de quien recién comienza.
Otra escena clave del filme es cuando la principiante Kalya se presenta ante Ailes, y éste le pide que le muestre sus piernas y suba pausadamente su falda al máximo. La explicación del empresario es tan proxeneta como elocuente: “Este es un medio visual”. Este abuso, primero verbal y luego
voyerista, es la metodología utilizada por un enfermo sexual, como lo era Ailes, quien fuera asesor de Richard Nixon, Ronald Reagan y George W. Bush antes de, en 1996, convertirse en la cabeza del canal de noticias fundado por Rupert Murdoch (Malcolm McDowell).
El movimiento #MeToo se compendia en “El Escándalo”, que se basa en los casos reales de Megyn Kelly, Gretchen Carlson, y luego el de Kayla Pospisil como tercer personaje, al que se ficcionó para agregar una dosis un tanto más morbosa. Está compuesto por los recuerdos y exposiciones de las víctimas del abusador, de las que se grabaron muchas horas de denuncias.
“El Escándalo” es en el sentido que lleva adelante el proyecto de denuncia de las abanderadas del movimiento #MeToo, pero carece del manejo de tensión, de estructura y matices dramáticos que dan potencia a este tipo de filmes que ficcionalizan estos sucesos.
Lo que sí está logrado es el encuadre y el ritmo febril de la sala de redacción, en la cual los periodistas fijos están constantemente bajo coerción. La mecánica del filme fue mostrar una redacción en plena actividad que está sometida a una energía y presión constante. La noticia no es para ayer, es para el instante.
“El Escándalo” no ofrece un análisis profundo de la televisión moderna, más bien muestra una parte que no significa el todo, pero sí respalda con firmeza a las personas que se ponen de pie con valentía y se pronuncian contra la ilegalidad, sin conocer el resultado final al enfrentar a tan poderosa organización. El mensaje es claro, porque la realidad de la justicia americana también lo es: Todos pueden ir presos, incluso hasta los ricos y privilegiados, cuando la ley es justa e imparcial.