El humor, la falta de solemnidad y la ductilidad de su elenco hacen de El escándalo una película mucho más valiosa y llevadera que el mero docudrama que reconstruye un caso real para caer en la denuncia obvia y, si se quiere, necesaria.
Este nuevo film de Jay Roach (un veterano de la industria que comenzó con las sagas de Austin Powers y La familia de mi novia y luego dirigió desde Locos por los votos hasta Regreso con gloria) basado en un guion de Charles Randolph (La intérprete, De amor y otras adicciones y La gran apuesta) está inspirado en el caso de Roger Ailes (un notable e irreconocible John Lithgow), un derechista que manejó con mano firme los destinos de la influyente cadena de noticias Fox News, el hombre detrás de los múltiples candidatos republicanos que accedieron a la presidencia, desde Richard Nixon hasta Donald Trump, pasando por Ronald Reagan y un par de exponentes de la familia Bush.
Ailes -un “animal” de las noticias- era también una suerte de déspota y un abusador serial. Entre sus víctimas predilectas estaban las mujeres: desde las conductoras consagradas hasta las simples pasantes, todas eran encerradas en su despacho y eran sometidas a ultrajes psicológicos... o de los otros. Hasta que varias mujeres dijeron ¡basta! y ese rechazo fue nada menos que el germen del movimiento #MeToo.
La película se concentra en tres historias: la de Gretchen Carlson (Nicole Kidman), conductora del programa Fox & Friends que fue quien inició la ola de denuncias; la de Megyn Kelly (Charlize Theron), una de las más ambiciosas caras de la cadena y famosa por sus enfrentamientos público con Trump; y la ascendente Kayla Pospisil (Margot Robbie), personaje ficticio que fue construido a partir de los testimonios de varias mujeres que se sumaron a los testimonios contra el jerarca de Fox News.
Y es precisamente Margot Robbie quien tiene varias de las mejores escenas de la película, como su encuentro íntimo y una posterior e intensa charla telefónica con una lesbiana y seguidora de Hillary Clinton (Kate McKinnon) que trabaja en la cadena de noticias o una desgarradora (por su crudeza) entrevista con el propio Ailes. De todas maneras, el personaje más rico en facetas y matices es el de Megyn Kelly porque en ella se conjugan el divismo y el egocentrismo de una estrella, así como las contradicciones internas de una mujer muy capaz e inteligente que con sus decisiones pone en juego (y en riesgo) buena parte de lo que ha construido hasta el momento.
Es prácticamente inevitable que una película de estas características (donde hay denuncias de abusos y exaltación de una lucha) tenga algunos pasajes excesivos y grandilocuentes, pero en general Roach y Randolph se concentran en las decisiones personales, en los dilemas íntimos, en las motivaciones psicológicas y dejan la dimensión política (que existe y es muy bienvenida) en un segundo plano. El horror del patriarcado, del poder machista, por supuesto, impregna todo el relato, pero El escándalo afortunadamente es bastante más que un simple vehículo para lanzar consignas furiosas y combativas.