Bombshell nos tienta a ver los casos de acoso sexual como reportajes hechos por las mismas mujeres que los padecieron. Y son dos los elementos que sostienen esta idea en la obra de Jay Roach, aunque ciertas decisiones de montaje impidan la confianza total en su propio guion.
Por un lado, las actuaciones de Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie precisan las feminidades solitarias de sus personajes protagónicos. Tal soledad la evidencian estos porque finalmente se sinceran sobre los episodios de acoso padecidos. Y cuando lo hacen, ocurre a través de sus teléfonos móviles o apenas con miradas cómplices en el lugar de trabajo.
Por otro, el maquillaje diseñado por Kazu Hiro delata la problemática de sexualizar en demasía a la mujer. Él y todo el departamento de maquillaje enrarecen la belleza de las actrices para desnudar sentidos ocultos en las dinámicas de todo trabajo.
Reincidamos en lo que ya varios saben. El guion de Jay se basa en el descubrimiento de casos reales de acoso sexual ocurridos en el canal Fox News a lo largo de varias décadas. Los ataques provenían directamente de Roger Ailes, fundador de la cadena de noticias donde ejerció varios cargos durante su trayectoria. Roach no difumina las acusaciones de sus protagonistas. Si detallamos el vestido de Theron con los colores de la bandera norteamericana en una de las primeras escenas, entendemos que es como si Megyn Kelly comandara su propio programa especial para televisión sobre lo ocurrido. Y en tal especial, cada una de las tres mujeres tienen un segmento.
La presentadora Gretchen Carlson (Kidman), por ejemplo, dedica un programa a mujeres que vayan a la oficina sin maquillaje. Y vemos de hecho el rostro de la propia Nicole Kidman en plano medio y evidentemente sin adornos cosméticos. Y así como su personaje está en proceso judicial, el tramo de Theron lo presenta ella misma mientras todavía está dentro de la cadena televisiva. Por su parte, la sección de Kayla Pospisil la interpreta Margot Robbie desde las novatadas de su personaje, quien desea un puesto prometedor.
Ahora, recordemos por un momento que cada una de estas actrices rubias cuenta ya con una filmografía de más de diez años. Ello comprueba que han sorteado prejuicios por partida doble en su carrera. En este sentido, el término “she uglied herself up” (o se afeó) le sonará a varios lectores. El mismo Denzel dijo al anunciar el triunfo de Kidman en pleno 2002: “by a nose: Nicole Kidman” cuando ganó por Las Horas.
Si consideramos que fue una carrera reñida ese año, entonces también consideremos que la nariz de Kidman había sido gran tema de conversación junto con su triunfo profesional pos divorcio del galán Cruise. Incluso en programas de televisión ante Oprah Winfrey. La propia Charlize lo hizo al año siguiente cuando se convirtió en el ‘monstruo’ de Aileen Wuornos, mujer condenada a muerte por asesinar a sus violadores. No olvidemos tampoco que ella ganó reconocimientos, así como Margot los recibió por I, Tonya hace dos años. No le valió la estatuilla como a las dos anteriores, pero fue una de las productoras. O sea, estas son mujeres que ponen su rostro y su dinero en lo que creen.
Lo cierto entonces es que el maquillaje de ellas y, en realidad, de todo el elenco funciona también en un nivel metadiscursivo para el objetivo de Bombshell. Si alguien niega la firmeza de sus carreras, aceptemos que nos han brindado actuaciones francas con respecto al rol femenino en la sociedad.
De esa manera cosmética en apariencia, la también productora de Bombshell Charlize está fijando posición sobre cómo funcionan las dinámicas de toda sociedad. Porque a partir del maquillaje diseñado por Kazu Hiro, se afianza la idea de que las feminidades del ser humano y, más aún, las de las mujeres, necesitan sortear con sutileza las arbitrariedades de toda relación poderosa.
Si dudamos de esto, pueden bastarnos tres pruebas. El triunfo en el Óscar de Kazu Hiro el domingo pasado, donde reconoció y agradeció a Charlize, emocionada desde la butaca. Luego, en la conferencia posterior frente a periodistas y redactores, Hiro descartó una de las preguntas sobre su procedencia japonesa porque él rechaza la sumisión aparente de su cultura. Y finalmente, ahí mismo aludió a su necesidad de caminar para mantener su trabajo.
Así como al Ailes de la vida cotidiana, una enfermedad consanguínea le impedía precisamente desplazarse con facilidad; sintamos entonces que toda premiación es, no sólo pomposidad, galanes y tacones. También es agradecer y reconocer en vivo y directo, a pesar de los tropiezos técnicos en los que puede caer cualquier ceremonia política.