El Escándalo (Bombshell, en su título original) es todo lo oportunista que pretende ser, y eso no es en absoluto, y dada la relevancia de su temática, un problema. Por el contrario, su mayor debilidad es el tono light que adopta a la hora de indagar en la psicología de sus personajes reales, a la vez que elabora sus críticas desde una protagonista ficticia (“Kayla”, interpretada por Margot Robbie), cual amalgama de una sociedad corporativista -aquí en forma de medio hegemónico-, extremadamente misógina y patriarcal. Esto sirve para canalizar a través de la ficción una suma de vejaciones y humillaciones a la víctima, pero a la vez, para poner cierta distancia: sabemos que lo suyo es una metáfora, un símbolo, o una construcción, justo en una marea de historias reales que a menudo resultan tanto o más contundentes y, aludiendo al título en su traducción, “escandalosas” (o “explosivas”, si se remite al original en inglés).
Todo sucede, para colmo, en un contexto de “precuela” al #MeToo de Hollywood, ya que esta historia real data de 2016, tiempo antes, incluso, del caso Harvey Weinstein, así como de el de Kevin Spacey y otras personalidades tristemente célebres de la farándula. Hoy, en 2020, posiblemente resulte más importante no tanto recordar un caso puntual (y así banalizar, aislando el tema a lo meramente anecdótico), pero de hacerlo conviene no desde lo particular sino desde una óptica concentrada en lo macro: el problema no es Fox News, el problema es el patriarcado (palabra que, por cierto, no se menciona siquiera una vez en la película). Jay Roach, otrora realizador de Los Fockers y Austin Powers (nobleza obliga: también director de Trumbo, una muy digna película también basada en personajes reales), concentra su mirada en solo un escándalo mediático, poniéndole rostro a un villano (el predador Roger Ailes, en una notable actuación de John Lithgow) que, lejos de representar un sistema machista, por momentos parece ser apenas la “manzana” podrida del árbol. Dicho en otros términos, Roach narra la rebelión de unas gacelas que se organizan contra un león, pero ignoran enteramente la cadena alimenticia.
Este problema clave se puede observar con claridad en una malograda escena: cuando la periodista Gretchen Carlson (Nicole Kidman) se plantea cómo romper con los dilemas que la aquejan, un personaje secundario, más bien “extra”, la interpela en un supermercado preguntándole con qué autoridad moral puede hablar desde su puesto en la nefasta empresa. Su respuesta, que no adelantaremos aquí, no convence. Tampoco el argumento de “cambiar las cosas desde adentro”, que la dupla de hombres que aquí dirigen y escriben, parecen sugerir desde un gradual reformismo. Para colmo, subiéndose a un hashtag, que a esta altura se les deforma en #MeTooLittle, Too Late.