Construir una ficción alrededor de uno los hitos más relevantes del #MeToo, como fue la caída de Roger Ailes, el director de Fox News denunciado por acoso sexual, era todo un riesgo para una película que intentara trascender la coyuntura. ¿Cómo contar esa historia tan cercana en el tiempo, eje de la agenda pública junto al "caso" Harvey Weinstein, y atravesada por el poder de una de las cadenas de noticias más influyentes del mundo? El director Jay Roach sale indemne del desafío al liberarse de toda solemnidad y conseguir un relato inteligente y atractivo sobre un tema que podría haber derivado en un decálogo de culpabilidades.
El guion de Charles Randolph ( La gran apuesta) abre el espectro sobre tres personajes claves: Gretchen Carlson (Nicole Kidman), la legendaria conductora de la cadena que inicia las denuncias; Megyn Kelly (Charlize Theron), la estrella de Fox News cuya ambición e independencia tornan compleja su figura, esquivando cualquier bosquejo de fácil heroísmo; y Kayla Pospisil (Margot Robbie), personaje modelado a partir de los testimonios de numerosas denunciantes. El juego con lo real está abierto desde el comienzo, sumando las imágenes de Donald Trump en la disputa mediática con Kelly previa a su presidencia, afirmando el perfil conservador del medio y sus influencias en la opinión pública, y esbozando la complicidad con el espectador que en su ironía no descuida la importancia de lo que aborda.
Si hay algo que Roach consigue es trascender el impacto mediático de las denuncias y observar con interés un panorama amplio y esclarecedor. Los términos misóginos que circulan en los pisos del canal, la obsesión del director con las piernas de sus conductoras y la naturalización de la subordinación de la mujer frente al poder del varón son parte de una radiografía que excede a la figura de Ailes, que problematiza el rol de las mujeres como víctimas para analizar los límites de sus decisiones, y que abre la reflexión aún en sus toques de comedia.
Quizá la mayor limitación sea el retrato de los Murdoch, padre e hijos, quienes funcionan en la misma lógica de poder, pero no resultan corroídos por la ingente combustión que los sostiene. Pese a ello, resulta una película ingeniosa en su forma y efectiva en su resultado. Y les debe muchísimo a sus extraordinarias actrices -Theron sobre todo-, que más allá de maquillajes y prótesis faciales, dotan de fuerza y emoción a personajes exigidos por los privilegios de su exposición pública.