El nuevo opus de Polanski apenas se sostiene en las excelentes actuaciones de McGregor, Catrall y elenco.
Con casi treinta películas realizadas en más de 50 años, Roman Polanski, es uno de los últimos directores de la era moderna del cine, uno de los pocos sobrevivientes del clasicismo cinematográfico europeo. Él ha sabido realizar un cine de autor, que nunca dejó de abrevar en la fuente de los géneros. De ese modo en su carrera se encuentran obras maestras tan personales como firmemente asociadas al canon de la industria. Repulsión, Cul de Sac, La danza de los vampiros, El bebé de Rosemary o Barrio Chino, son algunos de los ejemplos de sus películas que merecen ser clásicos.
En El escritor oculto, Polanski vuelve a apelar al cine de género, como fuente estilística para la adaptación de esta novela de Robert Harris, una definida película de espionaje, que parece remedar la estructura proveniente de los tiempos de la guerra fría, en relación con una disputa política al interior del gobierno británico. El escritor fantasma (McGregor) es contratado para re-escribir las memorias de un ex premier británico (Brosnan), que, residiendo en EEUU, es acusado de haber ordenado arrestos ilegales en Afganistán. La trama gira alrededor de cómo esa información se hizo pública, y cuáles son los secretos que esconden tanto el ex dirigente, como su esposa y el resto de su entorno político. Así el escritor se encuentra entre dos fuegos y será a fuerza de astucia y algo de velocidad, que huirá de las persecuciones de uno y otro grupo.
La película, que tiene un comienzo muy atractivo que fácilmente podría remitir al cine de espionaje de Hichtcock, se sostiene un por extraño mecanismo narrativo: el protagonista es un bocón que es incapaz de ocultar nada, de callarse y menos aun de evitar los problemas. De este modo, la película avanza sobre un comportamiento inverosímil. Esto hace que, una y otra vez, el protagonista parezca obligado a lanzar la acción hacia adelante, pues sino no hay otros elementos en la narración que puedan servir a tal fin. Ni otros personajes que muevan fichas en uno u otro sentido, ni otras develaciones emergentes de situaciones propias de la historia. Si lo que pretende el director es hacer puro juego de suspenso, demostrando que el mismo puede sostenerse aun cuando la trama sea un puro vacío, creo que claramente falla después de la primer mitad del desarrollo. Si lo que pretende es crear una interesante historia de espías, la película hace agua desde mucho antes.
La sujeción formal a cierto clasicismo parece más un lastre que una ventaja. Tanto los lugares de los actores fundamentales, sus modos de esconder y mostrar, como el trabajo sobre los planos, los espacios geográficos amenazantes y la música (por momentos insoportable), aportan poco y nada, y realmente toda la película parece sostenerse en las excelentes actuaciones de McGregor y Catrall, además de un muy buen conjunto de actores que los secundan.