Como se sabe, Roman Polanski terminó el montaje de esta película en una prisión suiza. A los 76 años y a pesar de su historia personal complicada, sigue siendo uno de esos directores que dejan su marca. Esta vez se basa en un best seller de Robert Harris -“The Ghost”-, para contar la odisea de un escritor fantasma, de esos que trabajan en la sombra, al servicio de otros. El protagonista (E. McGregor), que no tiene nombre en el film (y es un detalle para tener en cuenta), acepta reescribir las memorias del ex primer ministro británico Adam Lang, y debe trasladarse a la mansión de éste, en una zona costera de los Estados Unidos.
Su predecesor, hombre de confianza de Lang, murió en un extraño accidente. Al día siguiente de su llegada, un ex miembro del gabinete británico acusa a Lang de estar en connivencia con la CIA y haber autorizado a que sometieran a torturas a un grupo de sospechosos de actividades terroristas. Estalla el escándalo y mientras el escritor se interna en el manuscrito que le han entregado para que reescriba, se le cuela la sospecha de que la tabicada verdad se esconde en esas páginas que llevaron a la muerte al otro escriba. Como en films anteriores de Polanski (“Repulsión”, “El bebé de Rosemary”, “El inquilino”), la intrincada trama incentiva la paranoia del protagonista que, de pronto, no sabe quién es ni en quién confiar. Se mueve en un tembladeral donde el amigo y el enemigo se confunden. Un thriller sobre la pérdida de identidad, en un contexto de veras inquietante. Polanski obtuvo el premio al mejor director en Berlín, pero claro, no pudo ir a recibirlo.