El ex primer ministro británico Adam Lang (Peirce Brosnam) contrata a un escritor oculto (Ewan McGregor) para que le ayude a redactar con sus memorias. Si bien se rehúsa en un primer momento, un sueldo de un cuarto de millón de dólares más viáticos logra convencerlo de aceptar el trabajo. Cuando emprende su tarea, para la cual debe trasladarse a una mansión del funcionario situada en una isla, las intrigas comienzan a aparecer. Descubre que el anterior escritor oculto murió de manera sospechosa dos semanas atrás en la playa y que Adam Lang es acusado ante la justicia por crímenes de guerra.
Ante tantas buenas críticas, y tras ver la última película de Polanski, supe al instante en que no me iba a ser fácil argumentar por qué El escritor oculto no me pareció un film diez puntos.
Si bien este thriller político está sostenido en buscar la intriga y el suspenso, se pierde al tratar de alcanzar esos objetivos y naufraga en una lentitud narrativa, característica muy típica de Polanski. Desde las primeras escenas el espectador se irá dando cuenta con qué clase de película se va a encontrar. Hasta los últimos minutos uno sigue sintiendo la sensación de que la historia ha avanzado muy poco, o nada. Y el final sorprendente, que es como un volantazo violento en toda la trama, deja al descubierto el vacío de esta historia. Mucho ruido y pocas nueces, para sintetizarlo de alguna manera.
La notable interpretación de McGregor permite que la parsimoniosa trama sea más llevadera. Sin embargo, la gran atmósfera de suspenso creada, en la cual cada pista de ésta historia va apareciendo casi en cuentagotas, hace pensar que la intriga develada quizás no está a la altura de tanto suspenso. McGregor se lleva la película.