El ¿simple? arte de escribir (para otros)
El protagonista, un escritor de esos llamados "fantasma" (Ewan McGregor, nunca dicen el nombre) recibe un día el encargo de su carrera: escribir las memorias de un ex primer ministro británico (Pierce Brosnan), actualmente caído en desgracia por algunas decisiones que lo dejan "pegado" a la línea dura del gobierno de Estados Unidos. Su instinto lo lleva a rechazar la propuesta, pero antes de que pueda advertirlo está embarcado por obra y gracia de su agente. Más rápido aún, se dará cuenta de las implicancias políticas y personales que su tarea puede traer, no sólo a la editorial para la que trabaja, sino a sí mismo. Y a la vida del ex premier también.
En su último proyecto, el director Roman Polanski encara una interesante premisa que coquetea con el verosímil (el esquema político que se plantea, las alusiones entre sombras a la política internacional yankee-británica) y se mezcla hábilmente con ese mundillo apenas intuido de los ghost-writers, los conocidos "negros literarios" que se ocupan de hacer el trabajo que aquellos más famosos no pueden o no saben llevar adelante. Con un interesante elenco y personajes más o menos sencillos de abordar, la película mantiene un interés parejo, sin volverse demasiado obvia.
No obstante, hay que tener en cuenta que cuando se trabaja con la intriga de tinte político y se sigue una línea determinada por el equívoco y las omisiones, se corre un riesgo cierto de que la trama termine tan enredada en los detalles secundarios que haya que apurarse por cerrarlo todo. Y eso, lamentablemente, es lo que pasa.
La estructura del guión comienza a resquebrajarse justo en el momento en que la resolución está a la vuelta de la esquina: cuando Internet aparece como elemento consultivo inapelable para cerrar una trama muy old school, hay algo que no funciona. El verosímil se pierde y ya no hay vuelta atrás; el espectador atento no podrá evitar cuestionarse todo lo que vio y de allí a la respuesta obvia del enigma hay apenas un paso. Sin embargo, Polanski consigue un buen remate final, con un cierre que al menos emprolija ese trazo grueso y apurado