En cierta época, el estreno de un film de Roman Polanski era motivo suficiente para ir corriendo a las salas de cine. Se trata de uno de los directores más transgresores del cine comercial de todos los tiempos.
Un rebelde, un marginal, cuyas polémicas obras, solo fueron opacadas por su polémica vida. Se puede decir con certeza, que solo Roman Polanski puede hacer un film sobre su vida. La ironía, la tragedia, la oscuridad de la mente de este cineasta polaco septuagenario nos ha dado joyitas cinematográficas: algunas, obsesiones personales, miedos sobre el aislamiento, la claustrofobia, y la huída. Otras, trabajos por encargo, preconcebidos, que el director ha convertido en turbios relatos psicológicos con finales amargos.
Y mientras esperamos que el gran director de Barrio Chino, Repulsión y El Bebé de Rosemary, salga de la prisión domiciliaria a la que está sometido hace casi medio año, y se proponga hacer una película sobre su tortuosa vida, de la que ya todos conocemos los detalles, disfrutemos de su último thriller.
Polanski ha probado con todos los géneros, desde dramas épicos como la adaptación de Mac Beth (acaso un tratado sobre la violencia y la catarsis sobre la masacre del clan Mason y Sharon Tate), comedias absurdas (¿Que?, La Danza de los Vampiros), melodramas de época (Tess, El Pianista, Oliver Twist) y aventuras con piratas (Piratas), el género que mejor le queda es el thriller psicológico. Si bien las dos últimas obras (la que lo hizo merecedor del Oscar al mejor director y la Palma de Oro en Cannes, y la adaptación del cuento de Dickens), contienen muchos elementos personales, relacionados con su infancia; en el thriller, él se puede expresar mejor artísticamente, tiene mayor creatividad, ironía, se mueve con gran sutileza y efectismo
No hacen falta demasiado tiros o explosiones para tensionar los nervios del espectador. Lo decía Hitchcock, y acaso sus tres mejores discípulos (Chabrol, De Palma, Polanski) lo entienden así.
El Escritor Oculto, contiene elementos típicos del rey del suspenso: un hombre bastante patético que se involucra en un crimen involuntariamente. Persecuciones, suspicacias, complots con justificaciones mínimas (el Mc Guffin), una soberbia banda sonora que acompaña el excelente clima creado por el director y su cinematógrafo. No tiene golpes de efectos con un sonido exagerado ni efectos visuales de más. Un paisaje desolador, lluvia, frío… femmes fatales que enredan aún más al protagonista.
Un escritor (Ewan Mc Gregor, convincente), del que nunca conocemos el nombre, que se dedica a redactar autobiografías de personas famosas, razón por la cuál es conocido como “fantasma”, recibe la tarea de reescribir el manuscrito de otro escritor fantasma que fue encontrado muerto en una playa. El protagonista de esta autobiografía es el ex primer ministro británico, Adam Lang (una de las mejores interpretaciones de Brosnan), que está siendo investigado por secuestrar y torturar supuestos terroristas paquistaníes.
La tarea no es fácil, y menos cuando el escritor empieza a encontrar pistas que le hacen sospechar, que su predecesor fue asesinado, porque descubrió secretos oscuros del pasado de Lang.
Paulatinamente Polanski construye un thriller seductor. Entre sospechas, humor, crítica política, engaños, personajes que aparecen y desaparecen, apariencias, etc, la paranoia se va inculcando en la mente del protagonista. Así como Repulsión, no sabemos los espectadores distinguir quien es real y quien no. Las conjeturas se vuelven certezas, pero aun así no toda la información termina siendo explícita y Polanski deja inteligentemente abierto el final, para que el espectador saque sus propias conclusiones.
En cierta manera, el director continúa el hilo estructural de La Ultima Puerta. En ambas, los protagonistas, a través de un libro se introducen en un mundo oscuro, que supera a su conocimiento previo. Las consecuencias pueden ser fatales.
Tensionante y divertida, tan atrapante como Búsqueda Frenética, se trata de un producto que no podría haber sido filmado por otro director.
Sutil crítica a Tony Blair y la política de George W. Bush, Harris y Polanski tiran palos a todos los secretarios y agencias secretas de ambos gobiernos. Sin embargo, y a pesar de todo, pareciera que el director se apiada del inepto ex primer ministro, mostrándolo como un prisionero de sus propios actos.
“Y ahora resulta que estoy preso en los Estados Unidos y no puedo volver a Inglaterra” dice Adam Lang en un momento dado. Con esa frase, el director larga una confesión sobre su vida, y da muestras que prefiere identificarse con el villano, en lugar de con el héroe.
Además de mantener su timing intacto y la creación de climas, donde el estado meteorológico, es un verdadero aliado, Polanski elije un elenco soberbio. Se luce como nunca antes en su filmografía, Olivia Williams como la inteligente esposa de Lang, y mejor no revelar varios intérpretes reconocidos que hacen cameos.
La banda sonora de Alexander Desplat, con reminiscencias al estilo musical de Bernard Herrmann aporta tensión.
Visualmente fría y ominosa, Polanski no se deja tentar por incluir planos caprichosos y alocados (acaso solo una subjetiva en gran angular, de la mirilla de una puerta que remite a El Bebé de Rosemary, El Inquilino y Repulsión). Sin embargo, la mano artesanal del realizador de El Cuchillo Bajo el Agua, en la construcción de encuadres y planos secuencia se destaca en la escena final. Algunos aspectos inverosímiles, aunque muy sarcásticos del guión, en cuanto al manejo del Internet en la sociedad contemporánea, no le quitan solidez a esta obra.
Las playas sirven de marco de este thriller clásico, un autohomenaje a Cul de Sac, y demuestran la solvencia de este narrador, que a los 76 años, y desde la prisión suiza ha terminado una película casi excepcional, sin pretensiones de obtención de premios, que mantiene el ojo cínico de un gran autor.
Directores jóvenes de Hollywood que hacen bazofias de terror solamente con efectos especiales: aprendan de los veteranos. Siguen siendo los mejores.