Tras la fallida «Suicide Squad» (2016), dirigida por David Ayer (fallida a nivel narrativo y en la recepción que tuvo por parte de la crítica, ya que el film recaudó cerca de 1 billón de dólares), llega un reboot o una película independiente dirigida por James Gunn («Guardians of the Galaxy», «Super»), conocido director que hizo el traspaso de Marvel a DC, después de una polémica detrás de unos tweets, que luego fue descartada y nuevamente lo llevaría a trabajar con Disney en la tercera entrega de los Guardianes de la Galaxia a estrenarse en un futuro cercano.
Justamente, como estamos en una época caracterizada por lo efímero, lo pasatista y la novedad constante, tan solo a 5 años del estreno de aquel horrible antecedente de Ayer, llega esta «nueva visión» de Gunn que mantiene algunos elementos de la anterior (solamente los personajes de Harley Quinn, Captain Boomerang, el coronel Rick Flagg y Amanda Waller) pero re-imagina todo lo demás, buscando alejarse bastante y a futuro poder lanzar más relatos de este ecléctico grupo de personajes. Obviamente ante este escenario, sumado al agotamiento de películas de superhéroes, uno puede tener varios reparos y probablemente termine teniendo razón. Sin embargo, el film de Gunn funciona en varios niveles y fracasa en tantos otros, pero ofreciendo un entretenimiento genuino y en consonancia con la visión del director, cosa que no paso con la entrega de 2016.
El largometraje vuelve a enfocarse en los villanos y/o antihéroes recluidos en la prisión de Belle Reve, bajo la atenta mirada de Amanda Waller (Viola Davis) quien los obliga a participar en misiones suicidas, con la promesa de bajarles el tiempo de la condena que llevan, pero al mismo tiempo, sin darles otra opción e implantándoles explosivos en sus cabezas a modo extorsivo si llegan a pensar en desertar o arrepentirse en pleno periplo. La misión implica infiltrarse en la isla latinoamericana de Corto Maltese (guiño al comic homónimo de Hugo Pratt), donde un gobierno militar parece tener un arma secreta en manos del villano The Thinker (Peter Capaldi), que atenta contra la seguridad internacional. Estos «héroes» improbables deberán infiltrarse en un edificio fuertemente custodiado y lleno de temibles adversarios con el objeto de develar cuál es el peligro que amenaza al mundo.
A grandes rasgos este es el simple resumen de la trama que no es demasiado elaborada, pero sí efectiva para lo que pretende James Gunn. En definitiva, Gunn busca emular la dinámica que lo hizo famoso en «Guardianes de la Galaxia», pero con el grupo variopinto de personajes de DC, sumando quizás más dosis de humor negro, irreverencia, gore, autoconsciencia y el meta-comentario que remite un poco al personaje y la película de «Deadpool» (2016). A su vez, se mantiene el espíritu cómico ridículo que suele abundar en los films del director, el cual parece por momentos funcionar y por momentos no. Por otro lado, tenemos una bajada de línea bastante notoria y de trazo grueso que busca criticar la intervención norteamericana en conflictos ajenos (una mirada «progresista» que se viene mostrando bastante en el cine mainstream de acción contemporáneo) que igualmente da en la tecla teniendo en cuenta al público al que apunta, al igual que la mirada estereotipada y estigmatizante que se hace de la comunidad latinoamericana por medio de los norteamericanos que aquí se desarrolla en un terreno más ambiguo y corre el riesgo de caer en los mismos estereotipos que ridiculiza.
Asimismo, el film busca emular ese mundo pop de la saga de los «Guardianes de la Galaxia», donde incluso también se apela a crear una banda sonora heterogénea (al estilo «mix tape») y distintiva donde forman parte temas como «Folsom Prison Blues» de Johnny Cash hasta «Just a Gigolo» de David Lee Roth, algo que los fans de Marvel creen que «creó» Gunn pero que ya había probado Martin Scorsese (con quien tuvo un cruce mediático hace poco) cinco décadas atrás en «Mean Streets» (1973) con canciones de los Stones y otros artistas.
Por otro lado, la película intenta homenajear o recrear el espíritu de «The Dirty Dozen» (1967), película a la cual también la emula en uno de sus afiches promocionales, pero agregándole ese espíritu fantástico y de ciencia ficción que pudimos ver en sus producciones para Marvel e incluso tomando algunos conceptos de otros productos populares como puede ser el del género kaiju o monstruos de origen japones.
«El Escuadrón Suicida» es un film simple en sus formas, políticamente incorrecto y sardónico en otros, que no busca más que ser un entretenimiento digno para el público de este tipo de historias y para los fans del comic original. Ni más ni menos. No pretende ni revitalizar el género que ya alcanzó el agotamiento hace rato, ni brindar un capítulo diferente en la filmografía de James Gunn ya que esta película guarda varias similitudes con Guardianes, sin desmerecer al director pero demostrando ser una apuesta segura para los estudios que buscan justamente directores de esta índole, que emulen fórmulas probadas y que dentro de todo tengan «estilo» más o menos identificable (obviamente no malinterpreten y piensen que estamos diciendo que James Gunn es un autor al estilo de Hitchcock o Scorsese, ni mucho menos pero sí que se maneja dentro de un espectro que lo distingue de sus colegas que trabajan para las mismas casas productoras y cuyas películas son indistinguibles a nivel dirección).