Universo en coma.
Quienes vean la serie de tv "Arrow" estarán familiarizados con el personaje de Amanda Waller y su grupo de tareas conocido como "Escuadrón Suicida". Este grupo está formado por un puñado de peligrosos criminales que purgan condena en una cárcel de máxima seguridad y que son reclutados contra su voluntad por el gobierno para enfrentar amenazas sobrehumanas.
Luego de la presentación de cada uno de los personajes y de mostrar el proceso de reclutamiento, inmediatamente se presenta el conflicto central: una mujer víctima de un ente ancestral y malévolo amenaza a la humanidad. Estamos entonces ante distintos grados de villanía, cada uno enfrentado al superior. El problema es que para que un villano se luzca como tal es imprescindible que tenga en frente a un héroe. Y de eso en esta película no hay.
El gran problema de "Escuadrón Suicida" es que sus integrantes quedan a la deriva en medio de tiros y explosiones, en la ambivalencia del deber ser impuesto y su esencia maligna. Solo llevan adelante una batalla tediosa, sin un conflicto interesante para el espectador; a quien solo le queda saber cómo es que resuelven la cuestión. Malos contra malos, comida de zonzo, se podría decir.
El Joker poposo de Jared Leto -nada memorable- solo puede jugar con matones de poca monta sin un Batman al que enfrentarse, mientras Harley Quinn (Margot Robbie) hace su propio show aniñado y macabro, con culo a la cámara incluido para el público más jeropa. Will Smith apenas salva su papel como el atribulado Deadshot, un asesino a sueldo preocupado por su pequeña hija.
Lejos de la efectiva campaña de marketing con que la compañía nos ha bombardeado en el último año, esta nueva apuesta fílmica deja nuevamente al universo DC muy lejos de lo hecho por su competidora Marvel, en especial porque de tanto ocuparse de las formas han descuidado los contenidos. Y de forma muy grosera.