Superenemigos
Es divertido observar a la distancia esta suerte de contienda entre los fans de Marvel y DC por ver quién se convierte en el rey de las películas de superhéroes. Mas allá de los fanatismos y las preferencias, la realidad es que pocos pueden debatir el hecho de que, aun con algún que otro pifie, la casa de Iron Man, Capitán América y compañía tiene una idea mucho más clara del tipo de películas que hace y cuál es el tono adecuado para contarlas, por eso la decisión de buscar directores como Joss Whedon, James Gunn y Jon Favreau entre otros. No serán ellos grandes autores, pero se trata de hábiles artesanos que ven estos universos superheróicos con cariño, sin desmerecer su carácter fantástico y lúdico. Muy diferente es el caso de DC. Siguiendo la línea de la ultima trilogía de Batman, dirigida por Christopher Nolan, y de El hombre de acero, de Zack Snyder, el universo de DC es mostrado de una forma más solemne y excesivamente grandilocuente, y esa seriedad impostada y su tono grave llegaron al límite de la parodia con la muy malograda Batman vs. Superman, quizás la peor película de superhéroes si se tiene en cuenta su expectativa previa. Con Escuadrón suicida, DC y Warner Brothers buscan redimirse de aquel trago amargo con una premisa que, al menos por sus trailers, anunciaba algo más de irreverencia y color. La historia de un grupo de supervillanos obligado por el gobierno americano a realizar misiones encubiertas prometía al menos una alternativa interesante dentro del género, pero si bien el comienzo muestra un poco de esa irreverencia y salvajismo, al rato nos damos cuenta de que al director David Ayer (más conocido por sus dramas policiales como End of Watch y Los Reyes de la Calle) parece interesarle más el regodeo cool con textos luminosos en pantalla, cámaras lentas y una selección musical que parece salida de un estudiante de publicidad rechazado por MTV (hay desde Queen hasta Eminem y White Stripes). Otros problemas, como un montaje hecho a las apuradas (algunos miembros del escuadrón ni siquiera tienen su propia intro y por lo tanto no sabemos ni sus nombres), y que los villanos a los que se enfrentan sean tan banales y ridículos (una suerte de diosa mitológica que seguro fue rechazada del casting de la nueva Cazafantasmas) hacen de Escuadrón suicida una película que por querer caerle bien a todos termina por convencer a pocos. Pero hay algunos diamantes en bruto que se pueden sacar de este Frankenstein de tonos y estilos. Tanto la desquiciada y sexy Harley Quinn de Margot Robbie, como el carismático asesino Deadshot que Will Smith interpreta con su habitual carisma (del Guasón de Jared Leto poco se puede decir, ya que su tiempo en pantalla no llega ni a los diez minutos, otra víctima del montaje apurado) hacen que el producto al menos sea atendible y que entregue una buena cuota de humor y erotismo dentro de tanta oscuridad. Si bien no estamos ante otro aburrimiento pomposo digno de Zack Snyder, a DC todavía le cuesta redondear una buena película. Se esperará entonces a si La Mujer Maravilla y La Liga de la Justicia el año que viene pueden torcer el rumbo, pero mientras tanto Marvel respira tranquilo: su reinado de superhéroes no está bajo la amenaza de ser derrocado.