Es una muy interesante película finlandesa, dirigida por Klaus Haro, con guión de Anna Heinamaa que pone foco en los últimos años del stalinismo donde la policía secreta y más que nada los pequeños burócratas, que basan su mínima escalada en el poder, en virtud a la delación. Un colaboracionista a la fuerza, reclutado por el nazismo cuando apenas era un muchacho, campeón de esgrima, debe huir porque sabe que están sobre su pista. Recala en un pequeño pueblo como maestro de escuela, pero obligado a una tarea extra los fines de semana, comienza a dar lo que sabe. Clases de esgrima que encantan a chicos y chicas que disfrutan de la novedad aburridos de tanta rutina. Y lo hace a pesar de que el director y su segundo consideran ese deporte demasiado aristocrático. Cuando llega la oportunidad de un concurso nacional, el peligro se agranda. Y si bien allí la película repite tramas muchas veces usadas, un heroísmo impensado, el amor que asoma sin ser buscado, una relación entrañable entre maestro y alumnos, el lirismo está en presente porque se trata de un caso real. Buenas actuaciones, una ambientación del pequeño pueblo helado y gris que transmite esa sensación de sojuzgamiento constante. Una reflexión sobre poderes absolutos, las miserias de funcionarios de poca monta, las injusticias que no tienen solución, sin posibilidad de argumentación o defensa. Y siempre con un mismo destino: la deportación a Siberia.