Hay dos historias aquí que se combinan en una. Por un lado, un hombre perseguido por la policía soviética en los 50 que se vuelve maestro de esgrima en una escuela. Por el otro, la relación con sus alumnos, que recuerda “La sociedad de los poetas muertos” pero en menos tiempo y mucho más concisa. El film se desarrolla sin prisa y sin pausa y logra construir emociones verdaderas por encima de sus lugares comunes, que no son pocos. Agridulce y bien narrada.