Como si fuesen restos de un naufragio fílmico, a nuestras costas van llegando aquellas películas que estuvieron a un paso de la gloria académica, pero que no tuvieron la fuerza cinética necesaria para saltar al estrellato. Hace dos semanas se estrenó la irlandesa Viva, elección nacional a Mejor Película Extranjera para los premios Oscars en 2015, y de esa misma lista surge la finlandesa Miekkailija (El esgrimista), un cóctel cinematográfico que tiene todos los elementos lacrimógenos que agradan a la Academia pero sin perder esa sensibilidad que suscita suspiros en la platea.
Luego de un siempre presente y servicial anuncio al comienzo, la historia coloca al espectador frente a un escenario histórico y político luego de la Segunda Guerra Mundial. El fugitivo Ender Nelis, el hábil esgrimista del título, vuelve a su Estonia Natal escapando de los servicios secretos rusos, que lo empujan a tomar un trabajo digno, pero para él casi humillante, de profesor de educación física en la escuela local de Haapsalu. Con la sospecha a la vuelta de la esquina y con una espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza, Ender se ve forzado por la desidia del director escolar y por la insistencia de una alumna a crear un club de esgrima, totalmente en desacuerdo con los preceptos políticos que debían impartirse en cada una de las clases curriculares, incluso en deportes.
Cualquier espectador que se precie y que tenga unas cuantas películas de domingo encima sabe para donde corre la historia. Un profesor reacio, con muy poco tacto para tratar con alumnos, un grupo de estudiantes ávidos por algo nuevo que los transporte a otra realidad mejor que la triste que viven día a día, la sombra de la guerra todavía oscureciendo todo. Es imposible no caer bajo el encanto de la historia, incluso cuando otras grandes películas han transitado el mismo camino, y con resultados mucho más memorables. El film de Klaus Härö adapta una historia verídica y lleva a este cuento de superación deportiva a buen puerto, con momentos cómicos que ayudan a elevar los espíritus, y otras secuencias lacrimógenas que apuntan donde más duele, sin perder nunca el hilo de lo que se está narrando. La labor de Märt Avandi como Endel Nelis es loable, pero es en las escenas que comparte junto a su alumnado cuando realmente sobresale, en particular cuando interactúa con la precoz Marta de Liisa Koppel o el callado Jaan de Joonas Koff. Todos los jóvenes conforman un elenco excepcional, pero los mencionados destacan por sobre la media y generan mucha más empatía que el poco explorado y casi innecesario romance con la maestra de Ursula Ratasepp.
Entre el deber y el honor, la figura paternal y la devoción por el deporte, El esgrimista sigue las convenciones al pie de la letra, nunca desviándose de su objetivo ni haciendo un paso en falso. Es calculada, precisa y elegante, tal cual un duelo de esgrima. Quizás le sobre ese botón final, por demás explicativo y melodramático, pero no arruina una película preciosa e interesante, que deja con ganas de salir corriendo, agarrar un florete y ponerse en guardia.